Les confieso que durante años no tuve conciencia de la existencia de esta pieza. Y eso que Chaikovski es uno de los compositores más presentes en mi colección de discos. Eso, sin contar que seguramente le debo mi afición por la música clásica. La parte de su obra que más me interesa es la puramente instrumental, tanto para orquesta como orquesta y solista, y luego la música de cámara. Rebuscando estos días he hallado un viejo vinilo que contiene la Liturgia de san Juan Crisóstomo. Debí de comprarlo cuando tenía poco más de veinte años y estaba afectado por una furia del conocimiento que me exigía escuchar hasta la última pieza del ruso. Creo que lo escuché dos veces. Y no lo había vuelto a poner. Hasta ahora.
En el libro de Irene Gracia titulado Las amantes boreales, del que han tenido ustedes noticia en este mismo blog, las dos protagonistas entran un día literalmente en éxtasis escuchando este Himno de los querubines, perteneciente a la citada obra. Así que me picó la curiosidad y me puse a buscarlo. Y entendí perfectamente lo que sienten las adolescentes cuya historia cuenta el libro. No hay palabras para describir esta música. Si pueden, escuchen el Himno en una habitación a la que no lleguen ruidos del exterior y en la oscuridad.