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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: Sinfonía Nº 2 de Rachmaninov

Para la gran mayoría de los aficionados, decir Rachmaninov es decir piano. Está más que justificado: el compositor ruso era un excelente pianista que contaba además con la ventaja de unas manos de dedos muy largos que, unidos a su gran técnica, le permitían verdaderas proezas. En buena parte ahí está la clave de la dificultad de muchas de sus obras, y desde luego de su Concierto Nº 3, un verdadero tour de force para los intérpretes.

Rachmaninov es un compositor al que no pocos teóricos de la música detestan. Qué les voy a decir de Adorno. Y de otros muchos. Demasiado sentimental, demasiado superficial, demasiado anacrónico. Es lo más suave que algunos han escrito. Desde luego, su música no corresponde a su tiempo, es cierto. Pero poner en duda su belleza, la riqueza de sus melodías, el dominio de su escritura para piano es enormemente injusto. Quizá el juicio más original se lo escuché hace ya bastante tiempo a un pianista al que entrevisté (y siento no recordar su nombre). Me explicó que a su juicio Rachmaninov es como el chocolate y en cambio, Beethoven y otros (creo que citó también a Mozart) son como el pan. Podemos comer pan varias veces al día y todos los días, pero no debemos comer chocolate a todas horas, por atractivo que nos resulte.

Seguro que ustedes tienen su opinión al respecto. Yo quiero proponerles para este fin de semana una obra de Rachmaninov… sin piano. Es el tercer movimiento de su Sinfonía Nº 2, estrenada en 1908, solo un año antes de su Concierto Nº 3. Probablemente, se trata del fragmento puramente orquestal que más recuerda las melodías de sus conciertos. Una belleza. Disfruten.