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César Coca

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Un libro cada semana: 'Antología poética' de Miguel Hernández

Cualquier momento es bueno para la poesía, y deberíamos leer un tomo de versos cada cierto tiempo solo por darnos el placer de la belleza, de las palabras trabajadas para decir y evocar, para apelar a nuestro corazón y nuestra conciencia. En marzo de 1942, justo cuando comenzaba la primavera, murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante Miguel Hernández, a la edad de 31 años. No fue «como del rayo», como había sucedido con su amigo José Ramón Marín (que usaba el seudónimo de Ramón Sijé en sus textos), sino como consecuencia de un deterioro de su salud causado por su estancia en la cárcel, adonde había ido a parar después de que la pena de muerte le fuera conmutada por la de treinta años de reclusión. Su delito: ser un escritor afín a la República. Han pasado tres cuartos de siglo desde entonces.

Hay varias etapas poéticas en el oriolano, pese a su corta carrera. Y en todas ellas se encuentran poemas hermosos y emocionantes. Algunos se han convertido en algo parecido a himnos, gracias en parte al entusiasmo con el que muchos cantautores pusieron voz y música a sus versos en el último franquismo y durante la Transición.

Por supuesto, la belleza de los poemas está ahí, más allá de las canciones. Incluso, en no pocos casos, poemas que no han sido versionados por los cantautores son más hermosos. Aunque sea difícil desprenderse de la melodía mientras se leen algunos versos de Vientos del pueblo, Elegía o Nanas de la cebolla.

(Publicado en elcorreo.com)