Brunetti se enfrenta a su caso número 25 en este libro. Toda una carrera que convierte a su creadora, Donna Leon, en una de las más prolíficas autoras contemporáneas de novela policial. En esta ocasión, el comisario recibe una petición muy especial de una anciana aristócrata amiga de su suegra: indagar lo que sucedió quince años atrás, cuando su nieta –una adolescente con un temor enfermizo al agua por un episodio de la niñez– cayó al canal desde un puente y estuvo a punto de ahogarse. Un indigente borracho que pasaba por el lugar logró salvarla pero la muchacha sufrió graves daños psíquicos por el corte de suministro de oxígeno a su cerebro y quedó para siempre con el grado de madurez intelectual de una niña de ocho años.
La condesa no quiere morir sin saber exactamente qué pasó, si fue un accidente o hubo algo más, y convence a Brunetti para que revise el caso. A partir de ahí, el comisario desarrolla su trabajo en una narración pausada en la que el fondo es una Venecia ahogada por la especulación inmobiliaria, desvirtuada por el turismo e incapaz de ofrecer oportunidades a los jóvenes y evitar que huyan de la ciudad.
Donna Leon ha creado un modelo de policía que escapa de los tópicos: lleva una vida ordenada, está felizmente casado con una descendiente de una de las familias más ilustres de la ciudad, tiene dos hijos con los que se lleva bien y las relaciones con sus superiores no son buenas pero tampoco el malestar mutuo va más allá de lo tolerable. En algo coincide con otros detectives literarios: a diferencia de los que aparecen en las series de TV, que manejan la tecnología como base de sus investigaciones, Brunetti se fía más de su instinto, de su conocimiento del alma humana y las reacciones de los sospechosos. Eso es lo que lo hace tan entrañable.
(Publicado en elcorreo.com)