Brahms es uno de los grandes de la Historia de la Música. Una de esas tres B de las que suele hablarse, aunque hay quien amplía el número a 4 para meter a los Beatles, y quien solo está dispuesto a sumarse a esa teoría de que los mayores compositores de todos los tiempos tenían apellidos que empezaban por B si se suma a Bozart. Bromas aparte, el hamburgués era un compositor extraordinario que sorprendentemente tardó mucho en ser un habitual en los programas de concierto en España.
Discreto, amigo de sus amigos, fiel a la memoria de su protector Schumann hasta el extremo de limitar su vida amorosa, enemigo de los excesos a los que colegas como Bruckner y Wagner estaban llevando la música de su tiempo, su obra es de una gran complejidad aunque no lo parezca en ocasiones. También escribió piezas breves, con afán claramente alimenticio, que en algunos casos terminaron por situarse entre las más famosas de un catálogo impresionante por su calidad. Les dejo precisamente una de esas piezas: la Danza húngara Nº 5. Se la dejo en la versión original para cuatro manos, con las hermanas Labèque como intérpretes.
Disfruten.