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César Coca

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Un libro cada semana: 'Réquiem habanero por Fidel' de J.J. Armas Marcelo

Walter Cepeda, un oficial de la Seguridad cubana ya retirado, recibe en la madrugada una llamada de su hija. Esta, que trabaja como bailarina en una sala de Barcelona, le pregunta si es cierto el rumor que se extiende por entre la colonia cubana en España: que Fidel ha muerto. Cepeda no puede confirmarlo pero mientras van transcurriendo las horas repasa la historia de la revolución de los barbudos, que empezó poniendo a Cuba en el centro de la política mundial.

J. J. Armas Marcelo cierra con esta novela una trilogía que arrancó con Así en La Habana como en el cielo y continuó con El Niño de Luto y el cocinero del Papa. Como en aquellos libros ya lejanos (han pasado trece años desde el segundo volumen), el escritor canario muestra un excepcional manejo del idioma, lo que incluye no pocos cubanismos introducidos en el momento oportuno, y no con calzador como sucede en otros textos. En este libro, aún más que en los anteriores, la realidad se entremezcla con la ficción de tal forma que únicamente los lectores que conozcan en profundidad la intrahistoria de Cuba en el último medio siglo serán capaces de discernir qué es verdad y qué pura creación literaria.

Réquiem habanero por Fidel cuenta a su manera los episodios más brillantes y algunos de los más sórdidos de la Revolución: desde las disputas entre los hermanos Castro y el Che Guevara sobre el rumbo a seguir en los primeros tiempos del nuevo régimen hasta la visita del Papa Juan Pablo II, pasando por el caso Padilla y el fusilamiento de Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia, dos héroes con cuyas muertes se taparon asuntos feos del funcionamiento del Ejército cubano al tiempo que se cortaba de raíz la posibilidad de una perestroika en la isla. O al menos así lo cuenta Armas Marcelo.

No se puede negar al autor de esta novela –convertido él mismo en un personaje secundario de la trama– un conocimiento profundo de la vida en el país ni un solvente manejo de las herramientas literarias. Que nadie espere un juicio en blanco y negro sobre Fidel: el protagonista ha visto muchas cosas que no le han gustado, demasiadas, pero sigue fiel a los principios de la Revolución. Aunque su relato termine por disolver los últimos restos del aura que un día tuvo para mostrar que el castrismo es hoy poco más que una caricatura.

 

(Publicado en elcorreo.com)