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César Coca

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Un libro cada semana: 'El gran engaño' de Agustín Bernaldo Palatchi

Agustín Bernaldo Palatchi publicó hace unos años La alianza del converso, una novela que se adentraba en la Florencia de finales del siglo XV. Para su segunda aventura en el terreno de la ficción se ha quedado en el presente: en la Barcelona de hoy; es decir, su ciudad y su tiempo. En ese escenario, este abogado transformado en novelista se introduce en las cloacas de la sociedad postmoderna y declinante que nos ha tocado en suerte.

Eso es lo más llamativo de El gran engaño, lo que distingue la novela de otras con los mismos o parecidos ingredientes: un crimen, un investigador con una mala experiencia matrimonial, un chantaje, una mujer bella, inteligente y peligrosa, muchos misterios… La diferencia está en que aquí el investigador es un inspector de Hacienda que se ha especializado en delitos económicos ejecutados por mafias con ramificaciones en la banca, la construcción y el comercio internacional.

La novela arranca cuando un conocido financiero es asesinado y todo parece indicar que hay un vínculo de unión entre ese crimen y la muerte, también violenta, de su mujer, 25 años atrás. Su hija empieza a indagar, acuciada por los clientes del difunto, que le ha dejado una herencia que no es más que una enorme montaña de deudas bajo la apariencia de una gran fortuna. El inspector de Hacienda, viejo amigo de la infancia, acude en su ayuda pero pronto será extorsionado por una mafia que se mueve a sus anchas manejando dinero negro y organizando una cadena de empresas que estafan a la Seguridad Social y Hacienda, juegan a la ruleta con los fondos de incautos ahorradores, esclavizan a sus trabajadores y escapan a todo control.

El gran engaño es un libro que cumple sobradamente su función de entretener pero que ofrece al lector un plus: el relato de cómo se mueve el dinero por las cloacas del sistema sin que unos textos legales con más agujeros que un colador, unos políticos incapaces y a veces corruptos y una Policía corta de medios puedan hacer apenas nada contra ellos. Algo huele a podrido. Muy podrido.

 

(Publicado en elcorreo.com)