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César Coca

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La verdad está sobrevalorada

Tiene la verdad mucho éxito. O la presunción de la misma. Gusta la gente que dice que va con la verdad por delante. Y las novelas en cuyas primeras páginas se advierte que lo narrado está basado en hechos que realmente sucedieron, o en personajes de carne y hueso. Sin embargo, qué quieren que les diga, me parece que abusar de la verdad es contraproducente. Es más, estoy convencido de que resultaría muy difícil la convivencia en esas circunstancias.
Vayamos por partes. La verdad siempre es maquillada, moldeada, desmontada y recompuesta cuando se utiliza en literatura. Y al hacerlo, deja de ser verdad desnuda para convertirse en otra cosa. Ficción basada en la realidad, por ejemplo. Pero ficción, al fin y al cabo. Lo explican muy bien algunos escritores. Estoy pensando en algo que dijo un día Arturo Pérez-Reverte en una entrevista en la que el periodista le preguntó por la inclusión de algunos personajes reales en su serie del capitán Alatriste, en plan absolutamente anacrónico, porque se trataba de Manuel Rivas, José Saramago y un par de críticos con los que el escritor tenía un viejo contencioso. «Desde el momento en que los meto en una novela pasan a ser personajes de ficción, aunque se llamen como personas reales que todos conocemos», dijo.
Efectivamente, ese contenedor llamado novela lo admite todo, pero lo transforma en cuanto entra en sus páginas. Y lo que sale ya no es la verdad. Es otra cosa. Conviene saberlo.
En cuanto a la vida real, la verdad está muy bien, pero sin fanatismos. La civilización nos ha enseñado a ser prudentes en su uso. Decirle a alguien que padece una grave enfermedad que tiene muy mala cara es un ejercicio de esos de ir con la verdad por delante, pero al tiempo es un ejemplo de crueldad que una persona sensible y bien educada debe evitar a toda costa. Lo dicho vale para casos no tan graves.
¿Significa eso que soy partidario de la mentira? No, en absoluto, salvo que se trate de eso que suele llamarse mentiras piadosas, y creo que también deben ser usadas con mesura. En cambio, me parece muy oportuno el silencio. En muchas ocasiones, ante la verdad hiriente o desmoralizadora y la mentira, la mejor opción es el silencio.