Para este fin de semana he escogido el segundo movimiento del Concierto para clarinete y orquesta de Mozart (la partitura, completa por supuesto, será interpretada hoy mismo y en los próximos días por la Sinfónica de Euskadi en su temporada de abono, con Martin Fröst de solista). Se trata de una de las obras de su último año de vida (1791), de una belleza y de una serenidad impresionantes. Es ya un momento en que Mozart parece consciente de su próxima muerte y escribe para la eternidad, lejos de partituras más frívolas que había hecho en otros momentos con afán puramente alimenticio. Ya en esos meses parecía hallar la paz solo cuando se ponía ante el cuaderno pautado y anotaba la música que no dejaba de fluir de su cerebro.
Este movimiento suena en la película Memorias de África, cuando en la tienda plantada en mitad de la sabana, Denys Finch-Hatton (es decir, Robert Redford) pone un disco y contempla el atardecer junto a Karen (Meryl Streep). Alguien dijo que John Barry, el autor de la banda sonora original del filme, había hecho famoso este concierto. Me parece un error de apreciación. La realidad es que Mozart dio brillo a una excelente partitura original con estos segundos de su concierto para clarinete. Lógico. Mozart ha habido uno solo y probablemente nunca volverá a darse una inspiración y una genialidad como las suyas.
Les dejo el movimiento en la versión precisamente de Martin Fröst. Disfruten.