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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: la Octava de Beethoven

Les propongo hoy el último movimiento de la Sinfonía Nº 8 de Beethoven. Esta obra abre el próximo día 1 el Festival Internacional de Santander.

Estamos ante una sinfonía injustamente olvidada de Beethoven, pese a ser una obra de madurez. Siempre se ha hablado de las sinfonías pares e impares, dando por hecho que las buenas son las últimas. La excepción es la Nº 1, que no se incluye en ese apartado, claro. Y es cierto que las sinfonías 3, 5, 7 y 9 son obras gigantescas. Pero también la 6 (Pastoral) lo es. Y esta Octava es una especie de descanso, de oasis entre la tensión de la Séptima y el monumento musical que es la Novena. De hecho, su autor se refería a ella como su Pequeña sinfonía. No es un problema de longitud (aunque es de las más cortas de su catálogo), porque su factura es magnífica. Lo que sucede es que queda oculta por esas dos grandes y celebérrimas sinfonías que la preceden y la siguen.

Cuando Beethoven escribe esta Octava, está ya totalmente sordo. Ha escrito todos sus conciertos para piano, el de violín, la mayor parte de las sonatas… Es decir, es un músico de éxito, que tiene muchos problemas personales (afectivos) y familiares (alejamiento de su hermano). Y lo que le sale sobre el pentagrama es la obra más alegre y desenfadada de sus sinfonías y casi de su repertorio completo. Quizá por esa falta de monumentalidad o de tensión es una de las sinfonías menos célebres. Pero quizá por ello es estupenda para el verano.