Darius Milhaud es uno de los compositores más originales y divertidos en la faceta personal que ha dado la historia. Amigo de Paul Claudel, lo acompañó a Brasil cuando éste fue nombrado embajador francés en aquel país, y allí ejerció de secretario y consejero cultural. En Brasil conoció muy bien la música local y sobre todo sus ritmos y el manejo de la percusión.
El buey en el tejado es un ballet de argumento disparatado, casi imposible de explicar. La acción transcurre en un bar donde hay un enano, un boxeador, una mujer vestida de hombre y un policía que muere decapitado por uno de esos ventiladores tropicales que todavía se ven en algunos lugares de Latinoamérica y África. El tema principal se repite una y otra vez a lo largo de los más o menos veinte minutos que dura la obra.
Es una música jovial, vibrante, de esas que nos hacen bailar y ser felices. Milhaud no pretendió otra cosa en su vida. Frente a la seriedad de las vanguardias, y esos experimentos como el de la música dodecafónica con la que convivió, él quería divertirse. Y hacía bromas a la menor oportunidad. Por ejemplo, es el creador de la ópera-minuto. Hizo óperas que tienen todos sus elementos: obertura, arias, coros, final, y duran ocho o diez minutos. Presentó una de ellas a un empresario quien le dijo que no podía montar una producción completa, con lo cara que resulta, para una duración tan corta. ¿Cuánto iba a cobrar por las entradas? Si usted compusiera al menos una tetralogía, le sugirió. Y la escribió: cuatro obras con similares dimensiones…
Les dejo con este singular buey.