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César Coca

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La industria cultural tiene un producto nuevo: el gurú

Toda la vida ha habido conferenciantes de postín. Escritores, ensayistas, profesores, psicólogos, artistas, economistas, poetas. Gentes que subyugaban a sus oyentes con su palabra sabia y hermosa. Gentes que pulían sus conferencias como si fueran metales preciosos, hasta convertirlas en verdaderas joyas. Se decía entonces que dictaban sus conferencias. Y es cierto. Hace muchos años, siendo apenas un adolescente, asistí a una conferencia de Camilo José Cela en la Escuela de Idiomas de Bilbao. Acababa de publicar su ‘Diccionario del Erotismo’ y estaba consiguiendo una fama que le dio dinero pero a la postre perjudicó mucho su figura de intelectual y escritor serio, a base de exabruptos, salidas de tono y tacos repartidos generosamente en la conversación.

Muchos adolescentes fuimos a la conferencia, lo reconozco, esperando pasar un buen rato escuchando hablar sobre esos términos propios del erotismo que en su mayor parte desconocíamos, o a la caza de algún taco de aquellos que tan bien usaba don Camilo. Lo que escuchamos fue una disertación sobre el lenguaje de los pícaros en los siglos XV y XVI (estoy casi seguro de que ese era el tema, recuerdo vagamente sus palabras sobre términos arcaicos). Una conferencia muy seria, sin ninguna concesión a la broma ni el chiste de sal gruesa. Una verdadera pieza literaria cuya preparación le llevó sin duda unos cuantos días.

¿Y cuáles son ahora las conferencias más escuchadas? Las de los gurús. Me refiero a esas personas que hablan de temas de su especialidad (o no) y llenan sus textos de grandes propuestas cargadas de grandilocuencia pero vacías o de anuncios apocalípticos. Cuanto más apocalípticos, más cobran porque más asustados salen los asistentes y más convencidos de que el dinero que han pagado ha estado bien empleado.

Va esto por Paul Krugman, el gurú más célebre de nuestros días. Acaba de vaticinar un corralito para España y el final del euro en unos pocos meses y la gente anda alarmada. No podía ser menos. No voy a restar un ápice de gravedad a la situación económica, pero les diré, para tranquilizarles, que los economistas son especialistas en predecir… el pasado. De cara al futuro tienden a no dar una. O quizá acierten algo sobre la base de hacer muchos vaticinios y así alguno saldrá. En el caso de Krugman son mucho más sonoros sus fracasos que sus éxitos. Dos ejemplos: dijo que la demanda de petróleo caería en picado en cuanto el barril superara los 50 euros. Lleva mucho tiempo por encima de los cien y no parece que esa fuerte caída haya llegado. Y en julio de 2008, dos meses antes de que estallara la crisis mundial, dijo que lo peor había pasado y que no había grandes nubarrones en el horizonte económico. No les digo que ahora no pueda acertar, pero con sus precedentes yo no estaría más preocupado de lo razonable. Eso sí, por decir esas cosas le pagan una pasta que ni usted ni yo ganaremos nunca.

Otros ámbitos: la doctora Elena Ochoa habló hace unos días sobre periodismo. ¿Que qué sabe la doctora Ochoa sobre periodismo? se dirán ustedes. Eso mismo me pregunto yo, pero Prisa la invitó a la entrega de los premios Ortega y Gasset, donde entre otras cosas vaticinó el fin de los periódicos en papel y añadió que cuando eso suceda el periodismo debe ser más inteligente. Aún me pregunto por qué hay que esperar a ello para hacer un periodismo inteligente. Ni siquiera sé qué entiende por periodismo inteligente.

Podemos citar decenas de vaticinios famosos, que en su momento causaron gran revuelo, y que han quedado en nada. Los más viejos de entre quienes siguen este blog quizá recuerden el Informe al Club de Roma que en 1970 diseñaba un horizonte apocalíptico para el año 2000: un mundo sin energía, incapaz de alimentar a la mayor parte de la población, contaminado en tan gran medida que muchos millones de personas morirían cada año por ello… Quizá no fuera su intención, pero el libro se convirtió en un best-seller…

El catastrofismo ya vendía mucho en los setenta.Entonces había pocos gurús. Ahora son muchos y están entre los colectivos mejor pagados. Hágase usted gurú. Que además no se necesita ningún título para ello.

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