La 4ª es la primera de las grandes sinfonías de Bruckner y junto con la Nº 7 la más conocida de su autor. Bruckner era un muy reputado organista que tomó clases de composición hasta los 40 años, hecho insólito en la historia de la música. También era un tipo muy influenciable, tanto que cada vez que publicaba una sinfonía era habitual que el director que la estrenaba o amigos o críticos le hicieran recomendaciones y él retocara las obras, aunque siempre guardaba los originales. La sinfonías Nos. 3 y 4 fueron revisadas en tres ocasiones cada una de ellas, a lo largo de casi dos décadas.
Eso hace que cuando se programa una sinfonía de Bruckner (o se publica en CD) sea preciso explicar la versión concreta que se va a interpretar, porque hay notables diferencias en algunos casos. Por decirlo de manera un tanto pedestre, hay diferencias de muchos minutos y no porque el director opte por tiempos más rápidos o más lentos, sino porque unas versiones tienen muchos menos compases que otras.
Bruckner fue un wagneriano irreductible. Dedicó a Wagner una sinfonía, luego introdujo la tuba wagneriana en otra cuando se enteró de que su ídolo se estaba muriendo… Eso le valió críticas furibundas del crítico más influyente de su tiempo, Eduard Hanslick. Fue un tipo discreto, casi enfermizamente discreto, que iba de las iglesias donde tocaba el órgano a su casa, apenas participaba en la vida musical de Viena y se dice que se mantuvo casto hasta el fin de sus días, y murió con 72 años.
Les dejo la sinfonía completa, en versión de Georg Solti al frente de la Sinfónica de Chicago. Disfruten.