He visto muchas películas de periodistas y he leído un puñado de novelas en las que alguno de los protagonistas (o casi todos) lo son. Los filmes son estadounidenses en su mayor parte, y en los que están ambientados en los dos primeros tercios del siglo XX aparecen personajes que están casi todo el tiempo en la calle: hablando con gente, conversando con sus colegas, bebiendo y charlando con unos y con otros, fumando sin parar… Es decir, profesionales de esos que están a punto de desaparecer. En las redacciones ni se fuma ni se bebe y cada vez hay más gente porque el número de periodistas que patean la calle a diario es progresivamente menor.
No es el momento ni el lugar para estudiar las causas y las consecuencias de que eso suceda. Pero sí lo es para hablar de un libro publicado hace unas semanas por un periodista de la vieja escuela, de esos que se han pasado mucho más tiempo en la calle que en una redacción, y han hablado cada día con muchísimas personas. El libro es El declive de los dioses y su autor, Mariano Guindal.
El declive de los dioses es un reportaje. O mejor, una serie de reportajes sobre acontecimientos clave en la historia económica reciente de España. Hay en sus páginas datos y cifras, pero los justos para entender lo que sucedía. Y hay también diálogos entre personajes y testimonios de quienes vivieron esos episodios. Todo ello, escrito con el ritmo y la velocidad típicos de los buenos reportajes, de esos que una vez leídos nos dejan la sensación de que no hemos perdido el tiempo: por lo que hemos aprendido y por lo bien que lo hemos pasado con su lectura.
De su autor, ya jubilado, solo les diré una cosa: cuando se presentó el libro, en el acto hubo muchísimos periodistas. Algo muy extraño en un ambiente de rencillas personales, profesionales y empresariales. Es la mejor demostración de que, además de un magnífico periodista, es un gran tipo.