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César Coca

Divergencias

Fin de legislatura: la gestión de la ministra de Cultura

 

 

Les quedan unos días en el Gobierno, así que ha llegado el momento de decir algo sobre los ministros que se van. Dada la temática de este blog, los de Cultura y Educación. Empecemos por Ángeles González-Sinde, ministra de Cultura, un nombramiento que cuando se anunció, en sustitución de César Antonio Molina, dejó descolocado a más de uno.

 

 

¿Cómo ha sido la gestión de la ministra? De entrada, cabe decir que su experiencia en gestión era escasa y estaba vinculada básicamente al cine. Dicen las habituales malas lenguas que Zapatero pretendía hacer un guiño al sector (que tanto le había apoyado), después de un ministro cuya trayectoria estaba relacionada con las Letras.

 

Pues bien, la aún ministra de Cultura pasará a la pequeña historia política del país por el fracasado intento de poner orden en el mundo digital para garantizar una remuneración a los autores. Una normativa que se aprobó en un segundo intento con algunos cambios sustanciales y que no ha conseguido su objetivo pero al tiempo ha suscitado el rechazo de grandes grupos de internautas y consumidores de cultura por la red.

 

¿Fuera de eso? Muy poco. Antes de la fracasada ley Sinde, apenas había promovido ninguna iniciativa destacable. Y el fracaso de su propuesta la dejó tan sonada que después ni se la ha visto.  Dicho de otra forma: si no fuera por la polémica ley que pretendía regular las descargas en Internet, habríamos pensado que el Ministerio estaba vacante. Todos daban por hecho que en la última remodelación ministerial sería sustituida. Pero no fue así. En uno de los habituales ejercicios de soberbia de los presidentes de Gobierno, Zapatero la dejó pese a que su popularidad estaba en niveles subterráneos.

 

En el momento de su adiós, el cine está descontento, los artistas en general enojados, los internautas molestos, los escritores ni siquiera saben su nombre… A la ministra, el cargo le venía grande y el tiempo ha demostrado una vez más que eso suele ser un problema. En su haber hay que decir que algunas cosas que funcionan razonablemente bien no las ha tocado (aunque montó un lío innecesario en la Biblioteca Nacional). No se rían. Eso no es poco mérito. Miren, si no, lo que pasa en otros departamentos.