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César Coca

Divergencias

Planeta en su órbita

Los rumores del día anterior no resultaron ciertos pero ayer sábado ya se daba por hecho a media mañana que el ganador del Planeta era Javier Moro, como así fue. ¿Decepción tras el triunfo de Eduardo Mendoza el año pasado y dado que se hablaba de conmemorar el 60 aniversario del galardón con un guiño a la literatura? Puede que sí, pero creo que con Javier Moro el Planeta se sitúa en su órbita.

Me explico. Es difícil, muy difícil, que un premio que mueve los millones que maneja el Planeta pueda sostenerse premiando a la literatura más exigente. Sí, ya sé que si miramos el palmarés del galardón encontramos nombres como Vargas Llosa, Cela, Marsé. Torrente Ballester, Muñoz Molina y algunos ilustres más. Pero, por un lado, de todo eso ha pasado mucho tiempo y, por otro, ninguno de esos autores presentó a concurso (no hace falta que tomen esta expresión al pie de la letra) su mejor obra. Ni mucho menos.

Creo que, en este momento, situarse por encima del medio millón de ejemplares vendidos, que imagino que es el umbral de la rentabilidad para la editorial, no está garantizado precisamente… a quienes se dedican a la literatura en su sentido más estricto. De otra forma: Vargas Llosa, Cela, Marsé. Muñoz Molina… pero también Cercas, como Marías y unos cuantos más no alcanzan esas ventas. Venden mucho, pero no tanto y desde luego no tanto en un plazo muy corto, como pretenden los dueños de la editorial.

Sin duda debido a eso, la categoría literaria de los ganadores del premio fue descendiendo, al tiempo que se optaba por caras famosas de la TV, autores de obra a menudo escasa pero que se hacían una magnífica autopromoción saliendo cada día en sus programas de la pequeña pantalla. Eso explica que el Planeta lo hayan ganado en los últimos años personas cuya aportación a la literatura tiende a cero.

Javier Moro no pertenece a ese mundo del glamour televisivo pero domina la técnica del best seller. Sabe encontrar historias interesantes, se documenta seriamente y narra de forma eficaz. Es decir, es un honrado artesano que no aspira a ganar el Cervantes pero tampoco basa su éxito en presentar shows televisivos ni en participar en programas del más brutal cotilleo. Ahí creo que puede estar la órbita del Planeta: en un punto equidistante entre la literatura pura y el subproducto firmado por el famosillo de turno. Y, por supuesto, garantizando, hasta donde es posible hacerlo, unas ventas importantes.