La SGAE sale estos días en las primeras páginas de los periódicos y no por motivos agradables. Pues bien, no me voy a sumar ni al carro de los que han procedido al linchamiento de su presidente, su junta directiva y todo lo que la sociedad representa ni al de quienes defienden a capa y espada todo y a todos.
Pero sí hay algo que no me gusta: la mezcla. En este asunto hay quien aprovecha para meterlo todo en el mismo saco: los feos asuntos económicos por los que están en libertad pero con cargos algunos de los directivos de la sociedad, el canon digital, la ley Sinde y la recaudación de derechos por obras musicales. Y aquí salen Ramoncín, Miguel Bosé y unos cuantos más a los que siempre se cita con ese argumento de ‘no voy a hacer ricos a estos señores’. Hay un puñado de damnificados de una o de otra manera por la SGAE (otros simplemente se han sumado) y estos días están pasando al cobro todas las facturas atrasadas.
Las sociedades de gestión de derechos son muy antiguas y son completamente necesarias, porque los creadores deben poder vivir de su obra. De hecho, esas sociedades permitieron la profesionalización real de los artistas, sobre todo los músicos. A partir de ahí, algunas entidades lo habrán hecho mejor y otras peor, a algunas se les habrá ido la mano en el afán recaudatorio y puede que algunos directivos (lo dirán los jueces en su momento) hayan cometido delitos por los que deberán pagar si se demuestra que ha sido así. Ahora bien, aprovechar el viaje de la posible comisión de delitos para arremeter contra todo me parece injusto y peligroso. Porque da la impresión de que algunos lo que quieren en el fondo es que desaparezcan las sociedades de gestión y que los artistas vivan de la limosna pública.