El pasado jueves, durante la breve charla que mantenemos cada semana en Protagonistas Bizkaia (Punto Radio) el director del espacio, Patxi Herranz, y el arriba firmante a propósito de un libro y una pieza musical, surgió una referencia a la película El concierto. Estábamos comentando el fragmento escogido para ese día, el arranque del Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Chaikovski, y Patxi me preguntó si había visto el filme. Tuve que reconocer que no, pese a que me la habían recomendado varias veces y no solo por la música. La obra que articula la película no es el célebre concierto para piano, sino el de violín (al margen del Concierto para piano Nº 21 de Mozart que suena en la escena inicial) y como sabrán quienes la han visto hay una dramática historia detrás de esa obra y sus intérpretes.
Este fin de semana, aprovechando el mal tiempo y haciendo caso de las insistentes recomendaciones, he visto ese filme. Una comedia por momentos convertida en drama, inverosímil en su parte musical pero emocionante en aquellas escenas en las que cuenta la peripecia de unos artistas que osaron desafiar a un viejo pero aún muy poderoso Breznev en una URSS que poco después se vendría abajo con estrépito. Lo curioso es que hacía bastantes meses que no escuchaba ese concierto, en parte por una cierta saturación. Lo he oído tantas veces que necesitaba olvidarlo. Y la película me ha producido casi la necesidad de escucharlo con atención de nuevo. Quizá porque me he fijado en detalles en los que ya no reparaba o porque ahora asociaré, al menos durante un tiempo, la trama de la película a la música.
Lo que todo esto demuestra es el importante papel del cine y la TV -en general, ejemplos de cultura de masas- pueden desarrollar como divulgadores de la gran cultura. Ayer mismo, en una cadena de TV daban Amor inmortal, una particular revisión de la vida de Beethoven. Una película poco rigurosa con la historia real, pero que también tiene la virtud de que hace que la música del sordo de Bonn se difunda y se sitúe en su contexto para gente a la que quizá le suena pero no sabe muy bien qué es ni cuándo y en qué circunstancias fue compuesta. Las películas tienen esa potencialidad. Y la gran cultura se lo agradece cuando la aprovechan.
Les dejo unos minutos del final de El concierto.