El futuro de la música clásica está en Asia y en América Latina. Al menos eso dicen los que entienden de estas cosas. En China, como cuenta con admiración y asombro Joaquín Achúcarro, hay 30 millones de estudiantes de piano. ¡Cómo no van a salir buenos intérpretes de semejante volumen de jóvenes interesados por ese instrumento! Y América Latina, donde los niños nacen llevando en sus genes el sentido del ritmo y el talento para la melodía, no paran de crearse orquestas. Así que el provenir es suyo, sin ninguna duda.
Pero sería injusto olvidar que América Latina dio un puñado de estupendos músicos en el siglo XX. El más importante fue Heitor Villa-Lobos, que lo hizo casi todo: destacó como un importante agitador cultural, creó y dirigió instituciones educativas, tuvo una notable carrera como director de orquesta y como compositor fue de una extraordinaria fecundidad, combinando con sabiduría los ritmos de las tribus amazónicas con el más genuino espíritu de la música europea. De ahí nacieron sus Bachianas Brasileiras, una colección de piezas de longitud, carácter e instrumentaciones muy distintos. Piezas no demasiado conocidas, hay que añadir. Algo extraño, porque son una música inspiradísima. El fragmento más célebre es el aria de la Bachiana Nº 5, pero yo les voy a dejar para que disfruten durante el fin de semana -o cuando quieran- el primer movimiento de la Nº 3, un verdadero concierto para piano. Y ahora no me digan que Villa-Lobos no les gusta.