Hace ahora más o menos un año publiqué un post en este mismo blog mostrándome contrario a la supresión de los exámenes de septiembre y su sustitución por pruebas equivalentes a finales de junio. Mi argumento era que quien no ha podido con una asignatura por las razones que fuera en la primera convocatoria (no ha estudiado lo suficiente, es muy complicada y no ha podido dedicarle todo el tiempo preciso, se ha organizado para aprobar unas en una convocatoria y otras en otra, etc) es muy difícil que pueda hacerlo apenas quince días más tarde. Hay cosas que necesitan una maduración (asignaturas que requieren la resolución de muchos problemas, o el aprendizaje de algo que se hace practicando mucho y de forma paulatina por ejemplo, supongo que hay mil casos distintos) y esa no se consigue en tan pocos días.
Pues bien, resulta que la consejera de Educación del nuevo Gobierno catalán se está planteando seriamente recuperar los exámenes de septiembre con los mismos argumentos que yo manejé en su día y que eran los que exponía cualquier profesor con el que se hablara. Tengo que elogiar el hecho de que simplemente se estudie porque revela ganas de obtener enseñanzas de lo vivido y no quedarse en la mera rutina de ya está así y no se va a mover. Si el resultado de adelantar los exámenes a junio ha sido bueno en términos de aprendizaje, déjese como está. Pero si no ha sido así, lo mejor es cambiarlo y volver a la situación anterior. Cuanto antes, mejor.