Un embajador es alguien que, por definición, nunca da respuestas tajantes. Los diplomáticos son personas expertas en dejar puertas abiertas, en responder a las preguntas con la suficiente ambigüedad como para no poner del todo mal a nadie ni mostrarse completamente de acuerdo en todo. Nunca se sabe lo que puede suceder mañana ni los sutiles cambios de intereses que se pueden dar.

He visto y oído a muchos diplomáticos saliéndose por la tangente o disculpándose con buenas palabras por no poder responder. Pero no había visto a nadie con tanto desparpajo como el embajador de Venezuela. Lean ustedes cómo responde a una pregunta muy directa de mis compañeros Itxaso Elorduy y Óscar B. de Otálora, hoy en El Correo. Copio textualmente pregunta y respuesta

– ¿Cree verosímil la relación entre las FARC y ETA?

– Todo es verosímil e inverosímil. En Colombia puede ocurrir cualquier cosa, pero no lo digo para descalificar a ese país. Quien lea ‘Cien años de soledad’, de Gabriel García Márquez, se dará cuenta de que Colombia está llena de magia.

Si fuese torero, Julián Isaías Rodríguez habría salido por la puerta grande. Vaya capotazo que da a una pregunta incómoda. Esa salida literaria demuestra recursos. También prueba que los tiene su respuesta sobre Vargas Llosa: al elogiar al escritor y criticar al político, separa ambas facetas y muestra una finura intelectual de la que han carecido unos cuantos que se han rasgado las vestiduras en los últimos días. Un diplomático que conoce su oficio, sí señor.