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César Coca

Divergencias

Aeropuertos y cultura

Hace unos meses, escribí un post metiéndome con la Diputación vizcaína por el recorte de sus subvenciones a la cultura. El post se llenó de comentarios airados donde algunos lectores me decían que hay otras prioridades.

Hay prioridades, en efecto. El problema es, en tiempo de crisis más aún, quién las determina y con qué criterio. Me explico. Hoy mismo, el ministro de Fomento ha inaugurado las obras para una nueva terminal del aeropuerto de Vigo. El edificio podrá atender a cuatro millones de viajeros/año, lo que según tengo entendido es tres veces más de los que actualmente pasan por allí. Hoy mismo, también, Rodríguez Zapatero ha inaugurado una nueva terminal en León y ha asegurado que se va a potenciar la de Burgos. Como ustedes saben, en los últimos años se han inaugurado aeropuertos en Logroño, Ciudad Real, Lérida y unas cuantas ciudades más, y están muy avanzados otros, en Castellón, por ejemplo.

Lo que sucede luego es que algunos de esos aeropuertos reciben un avión diario (con subvención de las administraciones locales, debo añadir). Y hay que mantener las instalaciones y pagar a los trabajadores que pasan allí su tiempo atendiendo quién sabe qué tráficos. Así que cuando hablemos de prioridades deberíamos ser algo más cuidadosos. ¿Que la cultura no es necesaria para vivir? De acuerdo, pero ¿hace falta un aeropuerto en Ciudad Real (en una primera fase puede atender a 2,5 millones de viajeros al año; mañana atenderá dos vuelos en todo el día, uno de llegada y el mismo, de salida) o en Burgos? Y, sobre todo, una vez construido, ¿cuánto dinero se compromete anualmente hasta el fin de los tiempos para mantenerlo?

Por favor, usemos el argumento de lo que es necesario y lo que no con algo más de prudencia. ¿Saben ustedes cuántas bibliotecas, orquestas, compañías de ballet, casas de cultura y museos, por poner algunos ejemplos, se sostienen al cabo del año con lo que cuesta mantener abierta una infraestructura de ese tipo? Mejor no hagan el cálculo. Es para echarse a llorar.