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César Coca

Divergencias

Blanco o negro, para qué detenerse en los tonos grises

En las últimas semanas estoy leyendo y oyendo cosas de una radicalidad absoluta. Nada de matices. Blanco o negro. He leído textos que ponen a caldo a los críticos como colectivo, a un grupo importante de artistas, a los periodistas, al cine americano de hoy… Ayer leí una columna terrible en la que el autor citaba a 13 políticos (todos de la cofradía de enfrente) a los que llamaba cretinos, imbéciles, idiotas, mamarrachos y sinvergüenzas. Por lo visto, en sus proximidades todos son inteligentes, honrados y hasta guapos.

Me parece que las generalizaciones son siempre un síntoma de pereza mental, de incapacidad para los matices y la sutileza. Y las generalizaciones para descalificar a todo un colectivo son además muy injustas. No todos los críticos son corruptos, incapaces o incoherentes. No todos los artistas son superficiales o están mercantilizados. No todos los periodistas son venales o sectarios. Por supuesto, no todos los políticos de otras sensibilidades distintas a la nuestra son cretinos o sinvergüenzas.

Por eso cada vez me gusta menos esa pintura de brocha gorda. Es más, está empezando a sucederme que cuando leo algo así empiezo a ponerme de parte de la víctima de esos textos. Y de esa manera voy valorando en mayor medida sus virtudes (alguna tienen siempre, yo no conozco a nadie que sea el mal absoluto). Me parece que no soy yo solo. Conozco a un antitaurino que apoyaba la prohibición de los toros en Cataluña que después de oír la equiparación que hizo Kepa Tamames entre las corridas y el terrorismo no es que se haya sacado un abono para la plaza de Bilbao pero es un poco menos contrario a la fiesta que antes. Es lo que tiene tan brutal falta de sutileza.