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César Coca

Divergencias

'Mediterráneo', la canción de nuestras vidas

Agosto de 1970. Un cantautor de 26 años comienza a componer las canciones de su nuevo disco, una tarea que lo tendrá ocupado durante cuatro meses. El tema que dará título al álbum lo escribe en el hotel Batlle de Calella de Palafrugell, al borde mismo de la pequeña playa de esa hermosa localidad de la Costa Brava. Luego lo retocará en Fuenterrabía y en Cala d”Or, Mallorca. Iba a titularse primero “Amo el mar” y más tarde “Hijo del Mediterráneo”. Pero ha pasado a la historia solo con el nombre del mar que lo inspira. “Mediterráneo”, la obra maestra de Joan Manuel Serrat, la canción de mayor éxito e influencia de la historia del pop rock español, cumple 40 años. Y suena cada día mejor.

“Mediterráneo” es ya mucho más que una canción. Y, sin embargo, fue el trabajo de un compositor con escasa experiencia, al menos en lo que a canciones en español se refiere. Porque cuando Serrat se fue a la Costa Brava para componer ese álbum hacía solo cinco años que había irrumpido en el mundo musical catalán gracias a su intervención en un programa de radio dirigido por Salvador Escamilla. Y desde entonces había publicado unos pocos “singles” en catalán, dos en castellano y un LP en esta misma lengua: el dedicado a Antonio Machado, en el que su tarea -con la excepción de un solo tema- fue poner música e interpretar poemas del escritor andaluz. Así que “Mediterráneo” era uno de sus primeros trabajos ambiciosos al margen del catalán.

Para entonces, la polémica por su renuncia a cantar en Eurovisión se había apagado. El disco dedicado a Machado había obtenido un notable éxito de ventas pese a que estuvo prácticamente vetado en la radio -fue el efecto inmediato de negarse a cantar “La la la” en castellano- y en Cataluña era ya una figura central de la vida cultural. De la cultural y de la social, porque no era extraño verlo en la discoteca Bocaccio, centro de reunión del grupo de intelectuales que Joan de Segarra bautizó como “la Gauche Divine”.

Serrat decidió alejarse del bullicio de Barcelona para trabajar en su nuevo disco. Se refugió en uno de los más bellos rincones de la Costa Brava -lugar de veraneo tradicional de los escritores, editores, arquitectos, artistas y cineastas que formaban el círculo vinculado a Bocaccio-, aún no contaminado por el turismo masivo. En un hotelito llamado Batlle, hoy reconvertido en una cafetería-restaurante, el músico empezó a hilvanar letra y música.

Un trabajo lento, de artesano, porque no ha sido nunca Serrat de quienes escriben una canción en unas pocas horas. Allí, mirando al mar, con el paisaje de las barcas de pescadores y el fondo de las islas Formigues, dejó para la posteridad algunos recuerdos de su infancia, la sombra de su primer amor y su deseo -el día que, para su mal, llegue a buscarlo la Parca- de ser enterrado sin duelo, «entre la playa y el cielo». Aunque quizá nada de ello sea cierto puesto que algunos versos antes escribe que es cantor y embustero. Los primeros que escucharon la canción, según ha contado el propio Serrat, fueron los dueños del hotel. No sabían que estaban asistiendo al nacimiento de un tema destinado a hacer historia.

“Mediterráneo” abre un disco intimista, formado por una decena de títulos, entre ellos “Vencidos”, sobre un poema de León Felipe. A lo largo de los cuatro meses que duró el trabajo de composición del LP, Serrat fue dando forma a algunas de sus mejores canciones: las nostálgicas “Aquellas pequeñas cosas”, “Barquito de papel” y “Qué va a ser de ti”; “Pueblo blanco” y “Tío Alberto”, de claras reminiscencias biográficas; “Vagabundear” y “Vencidos”, las más rítmicas del álbum; y dos historias de amor: “La mujer que yo quiero”, un relato en presente, y “Lucía”, quizá la más bella de todas, inspirada por una relación que no pudo ser: «No hay nada más bello/ que lo que nunca he tenido./ Nada más amado/ que lo que perdí…»

En todas ellas se encuentra ecos de las influencias que había recibido desde su integración en la nova cançó e incluso antes: la música francesa, sobre todo Georges Brassens y Jacques Brel; la italiana, en especial Domenico Modugno y Mina; la copla y, por supuesto, los Beatles, que con el álbum “Let it be” habían dicho adiós a sus fans unos meses antes.

El “Noi del Poble Sec” contó con la colaboración de magníficos músicos para la producción de su disco. El arreglo de “Mediterráneo” corrió a cargo de Juan Carlos Calderón, quien tuvo mucho margen de maniobra porque la maqueta que recibió contenía una melodía no demasiado elaborada. Otras canciones del álbum fueron retocadas por Antoni Ros Marbá y Gian Piero Reverberi.

El disco se grabó en los estudios Fonit-Cetra de Milán. Fue el último trabajo del cantautor que se registró en esa vieja sala. También fue su última colaboración con el ingeniero de sonido Plinio Chiesa, que murió meses más tarde. La grabación se realizó en menos de una semana y el disco se lanzó a la venta en 1971, con una portada diseñada por Enric Satué sobre un retrato del músico realizado por Isabel Steva (Colita), autora de la gran mayoría de las fotos que se publicaron en esos años. De nuevo, una gran concentración de talento para dar a la luz una portada muy diferente a las que se encontraban en las tiendas de discos en esos años.

El álbum contó con un escaso apoyo de los medios públicos en el momento de su lanzamiento. Su renuncia a ir a Eurovisión ya lo había puesto en la lista negra del régimen franquista, pero su encierro en la abadía de Montserrat junto a tres centenares de artistas, en diciembre de 1970 y en protesta por el proceso de Burgos, acrecentó la antipatía que los gobernantes sentían por él y su música. Sin embargo, el LP se situó de inmediato en la lista de los discos más vendidos. Durante un buen número de semanas se colocó en el primer lugar, y no abandonó los diez primeros puestos durante un año. Nunca un álbum había conseguido semejante récord en España. Además, apenas aparecido el disco, el cantautor inició una gira por Latinoamérica en la que cosechó éxitos clamorosos.

Desde entonces, “Mediterráneo” ha sido objeto de un número enorme de versiones, fusionada con todos los géneros. Y ha sido grabada en disco por artistas de procedencias muy diversas. El propio Serrat la ha registrado en versión “sinfónica” y acompañado por Ana Belén. Hay interpretaciones puramente instrumentales, como las de Frank Fernández y Bardagí; escoradas al flamenco y la copla, del estilo de las firmadas por Lolita y Niña Pastori; jazzísticas, y ahí está la reciente de Iñaki Salvador con la voz de Ainara Ortega; “salseras”, y una buena muestra es la de Santiago Feliú; “cañeras”, como la de Estopa; y más próximas al estilo original, y el mejor ejemplo es la firmada por Ismael Serrano.

Además, se ha usado como fondo musical en centenares de programas de TV y radio y no parece pasar nunca de moda. Los críticos (150 participantes en una encuesta de la revista “Rolling Stone”) y los aficionados (un concurso de TVE) la han elegido la canción más importante de la historia del pop rock español y el álbum no deja de reeditarse. Y de venderse a precio de novedad o casi.

¿Qué tiene “Mediterráneo” que no tengan otras canciones? Los críticos apuntan que no se trata tanto de una letra excelsa o una música inolvidable como de la combinación de ambas. Hay títulos con letras mucho más hermosas. Y otros con músicas magníficas. Sin embargo, funcionan peor porque la clave de “Mediterráneo” es la perfecta conjunción de letra y música, apoyada en la forma de “decir” de Serrat, que todos califican de extraordinaria. Por eso se pasan por alto algunos problemas sintácticos (esa falta de concordancia en «me gusta el juego y el vino», por ejemplo) y de acentuación (al añadir un segundo acento para decir «Mediterráaaaneó»). Unas minucias ante tres minutos de pura magia.

(Publicado en el suplemento Territorios)

Les dejo el original y algunas versiones para que comparen.