Uno de esos estudios periódicos sobre las mejores ciudades del mundo para vivir sitúa a Viena en el primer lugar, Zúrich en el segundo y Ginebra en el tercero. El informe, que analiza 221 ciudades de todo el mundo, coloca a Barcelona en el puesto 42 y a Madrid en el 48, justo por encima de Nueva York.
Vaya por delante que no me tomo demasiado en serio estas clasificaciones porque deberían manejar tal cantidad de variables y además ponderarlas de tal manera que sería imposible hacerlo con todo rigor. Sin olvidar que, como no pueden analizar todas, se detienen en unas cuantas capitales elegidas con frecuencia de manera arbitraria.
Dicho lo cual, me parece significativa la clasificación en los tres primeros puestos. Tres ciudades centroeuropeas no demasiado grandes, con una buena planificación urbana y una vida cultural muy notable. En las tres hay magníficos museos, muy buenas librerías, orquestas relevantes (en Viena, muy relevantes), espléndidos teatros y centros líricos, maravillosas bibliotecas. No sé cuánto ponderan las infraestructuras culturales en ese estudio, pero sospecho que no poco. Y tiene sentido. La cultura es calidad de vida.