Estoy leyendo estos días La vida en sordina, de David Lodge. En sus páginas encuentro una prueba más del viejo principio de que en todas partes cuecen habas. ¿Por qué lo digo? Porque el protagonista es un profesor prejubilado que ve desde la distancia lo que pasa en la Universidad y nos descubre que en el Reino Unido tiene los mismos problemas que por aquí: burocracia asfixiante y en aumento, escalas de méritos más basadas en elementos aparentes y manipulables que reales, vaciedad notable de contenidos en muchas asignaturas e incluso titulaciones, profesores que se creen modernos porque sus clases son la lectura de los textos que proyectan en una pantalla gracias al power point… Vamos, más o menos como en todas partes. Es triste reconocerlo pero da la impresión de que en todas partes la enseñanza no se guía por la pasión de llevar a los alumnos hacia el conocimiento sino que se concibe como una tarea más; un trabajo burocratizado, encorsetado por una maraña de reglas que han diseñado quienes odian la Universidad y el conocimiento.