Musikene nació con polémica, como muchos recordarán. Polémica por la capital elegida para su ubicación. No pocos pensaban que debía haberse instalado en Bilbao y de ahí ha venido un cierto distanciamiento, una sensación de lejanía más bien psicológica.
Con el paso del tiempo, aquella especie de pecado original se ha ido olvidando, aunque nunca del todo, y los problemas han sido otros. Desde hace varios años, hay mar de fondo. Un ruido permanente que no parece terminar nunca. Ahora, una parte del profesorado no entiende que estén vacantes las plazas de numerosas especialidades ni lo que califican de declaraciones contradictorias de la coordinadora general. Algunos responsables del centro han presentado la dimisión y los alumnos están en pie de guerra. Por eso, hay ya quien pide abiertamente que se vaya la coordinadora, nombrada hace medio año.
No conozco el problema con detalle como para hacer un juicio sobre lo que está sucediendo. Pero si creo que, una vez puesto en marcha el centro, la obligación de las administraciones es aprovechar al máximo sus posibilidades y apostar por él sin fisuras. Lo contrario sería tirar el dinero y arrojar al cubo de la basura un proyecto cultural que, con todos sus problemas de origen (eso ya no tiene remedio, mejor olvidarlo), es importante. Así que acaben de una vez con las disonancias y trabajen en armonía. Lo contrario chirría mucho en un centro de enseñanza musical.