Creo que los rumores sobre su dimisión circulan desde el minuto posterior a su toma de posesión, pero desde hace unos días se han vuelto a activar. La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, estaría a punto de dejar de serlo, si hacemos casos a algunos mentideros madrileños.
Es probable que pocos miembros del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero susciten tanta animadversión. Ya he comentado alguna vez en este blog que parece una maldición del cargo de ministro de Cultura: siempre se nombra a alguien con poco peso político y a veces incluso a alguien a quien si hay una cartera que no le va es precisamente la de Cultura. La lista de personas a las que me refiero es larga y seguro que ustedes tienen unos cuantos nombres en la cabeza.
González Sinde fue polémica incluso por su nombramiento pues no se le conocían habilidades gestoras ni relaciones con el mundo cultural salvo el cine. Y en el apartado cinematográfico acababa de firmar un guión que no es precisamente una joya del séptimo arte.
Luego, sus enfrentamientos con los internautas y su desaparición casi absoluta respecto de otros capítulos (¿alguien le ha oído decir algo respecto de los problemas del sector editorial, de cómo fomentar la lectura o las visitas a los museos, de planes para hacer una ley verdaderamente eficaz relativa al mecenazgo?) la han situado al borde del abismo.
No sé si el presidente del Gobierno hará una crisis en mitad de la presidencia europea, pero todo el mundo da por hecho que en julio habrá cambios. Y González- Sinde tiene todas las papeletas para perder su cartera. Salvo que a ZP le dé un ataque de empecinamiento al estilo de un político que a algunos de nosotros nos queda, o nos quedaba, muy cerca, y la mantenga en su cargo contra viento y marea.