Ayer estuve en Roma. Vi el Coliseo, el foro romano, la iglesia donde está la ‘boca de la verdad’ (había pocos turistas esperando para hacerse la foto), el enorme pastel del monumento a Vittorio Emanuele, el Tíber, el arco de Constantino, la plaza Barberini, las cuatro fuentes en el célebre cruce de calles… No escribo esto para darles envidia, porque lo vi todo desde la ventanilla de un coche. En realidad, la única calle de Roma que pisé fue la Via Veneto.
Ahora bien, si les digo que el objeto de mi viaje fue hacer una entrevista a Roberto Saviano, que acaba de publicar La belleza y el infierno (editorial Debate), quizá la cosa cambie y algunos de ustedes me envidien. Mañana, El Correo y los periódicos regionales del grupo Vocento publicarán esa entrevista. Un texto muy largo, casi 300 líneas, donde Saviano habla de su vida y de la Mafia, de Italia y la corrupción, del crimen y la literatura. Todo lo que dice tiene un enorme interés, y les aseguro que no hago este comentario porque la entrevista la haya escrito yo. El interés viene dado por lo que Saviano cuenta. Tómenlo si quieren como autopublicidad, pero yo en su lugar no me la perdería.