A la vista del reglamento aprobado por la Universidad de Sevilla sobre los exámenes y las sanciones (o su carencia) a quienes están copiando, propongo nuevas medidas para aplicar en los centros académicos porque me parece que en la capital de Andalucía son tímidos, como corresponde a su carácter, y se han quedado a medio camino en la defensa de los derechos del estudiante.
Se trata de colocar una mesa supletoria junto al pupitre, para que durante los exámenes los alumnos coloquen las chuletas o cualquier artilugio electrónico en el que puedan llevar notas, guiones o contenidos del temario completos, de manera que no les pase como a la chica de la foto, obligada a llevar la chuleta oculta y a tener que forzar la vista para leerla durante el ejercicio. Además, el profesor deberá salir del aula durante las pruebas, porque su simple presencia intimida al alumno, bloqueándolo e impidiendo de esa manera que rinda como es debido.
Si aún así el alumno suspendiera, una comisión formada de manera paritaria (tantos alumnos como alumnas) examinará el examen cotejándolo con los apuntes del peor estudiante que haya pasado nunca por la Facultad. Si el examen recoge al menos el 50% de los contenidos de esos apuntes, deberá ser aprobado, como es lógico.
En todo caso, debe tenerse en cuenta que los datos aportados por el alumno en la prueba no son menos válidos que los que ha dado el profesor en clase. Por ejemplo, en un examen de Historia no podrá corregirse al alumno si, contra la opinión del profesor, escribe que la Revolución francesa fue en 1854. Tan válida es su opinión como la del profesor, puesto que ninguno de los dos estaba en París el día que ocurrió.
Estoy convencido de que esta norma haría que mejoraran de inmediato las notas y se redujera el fracaso académico. Eso sí, probablemente un puñado de buenos alumnos se marcharían a estudiar a otro país. Pero, ¿a quién le importan los buenos estudiantes?