Era un día soleado de finales del invierno de 2003 y Plácido Domingo tomaba un café a última hora de la mañana en el bar del hotel Palace, en Madrid. “¿Tiene pensado retirarse como cantante?”, le pregunté, porque había algunos rumores de que ese momento estaba próximo. “Lo haré en cuatro o cinco años, y luego me dedicaré a dirigir”, me dijo como si lo tuviera muy meditado, como si estuviera marcando un final. Incluso me dio detalles de cómo sería su despedida, una doble gira con unas funciones como cantante de ópera y otras en recital. Está publicado en este periódico.
Pues bien, han pasado no cinco sino casi seis años, Domingo está próximo a cumplir los 69 y de retirada no se sabe nada. Sigue aprendiendo papeles nuevos, afrontando retos enormes incluso para cantantes con 20 años menos y batiendo todos los récords de la lírica. Esta noche, a esta misma hora, es objeto de un homenaje en La Scala de Milán, donde debutó hace 40 años. Le dirige otro genio, Daniel Barenboim. Y Wagner estará en los atriles porque Domingo será Sigmund. Si Superman existe, no tengo duda de que no es un periodista de un diario estadounidense, sino Plácido Domingo, que en sus ratos libres se dedica a salvar el mundo. Este hombre puede con todo.