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César Coca

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Carta abierta a Unai Ziarreta (sobre ópera)

Estimado Sr. Ziarreta:

Espero que me disculpe el atrevimiento de dirigirle una carta por esta vía, máxime dado que no nos conocemos personalmente. Por extraño que le parezca en estas fechas, no quiero hablar con usted de política. No es la costumbre en este blog. Pero resulta que leí ayer la entrevista-conversación que le hacía Pello Salaburu en este periódico en el que yo presto mis servicios, y me llamó la atención la respuesta que dio a una de las preguntas del cuestionario breve con el que se cierran esas páginas con los candidatos a lehendakari.

Era lo siguiente. Pregunta: “Último concierto al que ha asistido”. Respuesta: “La ópera ‘Julio Cesare in Egitto’ (primera ópera… y última)”. Pero, hombre, cómo se le ocurre ir por primera vez a la ópera y elegir precisamente esa. La ópera barroca es un bocado exquisito para conocedores, no para neófitos. Cuando uno se estrena en ese arte, se elige un título cuyo argumento nos sea familiar y que contenga arias que todos hemos silbado alguna vez o conozcamos perfectamente a través de la publicidad o el cine. Es decir, Carmen, La Traviata (la ópera que más emociona al alcalde de Bilbao), Tosca, Don Giovanni o Madame Butterfly, por poner algunos ejemplos. En cambio, lo que usted ha hecho equivale a tratar de iniciar a un adolescente en la literatura poniendo en sus manos el Finnegan’s wake de Joyce (bueno, quizá no tanto) o comenzar a adentrarse en el arte de la pintura por el expresionismo abstracto.

Por favor, dé otra oportunidad a la ópera. O todavía mejor. La oportunidad se la tiene que dar usted mismo, porque el problema no es de la ópera. El único problema fue su pésima elección para un primer espectáculo.

No le entretengo más. Bueno, sí. Me extrañó también que, puesto a elegir entre AC/DC, Dylan o Barenboim, se decantara por la primera opción. No entro en sus gustos (a estas alturas, los lectores de este blog saben que sin dudar yo me quedo con Barenboim) sino en que ha perdido la oportunidad de hacer pedagogía. Barenboim representa, al margen de ser quizá el músico más relevante de hoy o uno de los más relevantes, el compromiso por la paz, por el diálogo entre quienes están enfrentados, la apuesta por la integración frente a la confrontación, el afán de que nadie se sienta ajeno ni marginado en su tierra. Pero quizá eso sea hablar de política. Y hasta hoy ninguno de sus competidores ha optado tampoco por él, así que todos se están refiriendo sólo a la música.

Reciba un saludo cordial.