Escribo estas líneas unas horas antes de que se anuncie el premio Planeta de este año y todas las apuestas apuntan hacia un conocido filósofo amante de la hípica. Un ejemplo más de que la rumorología y las filtraciones son ya una institución de cualquier premio. Tiene algún sentido cuando se premia una carrera (Nobel, Cervantes, Príncipe de Asturias), dado que el número de potenciales ganadores no es muy grande. A partir de ahí, se especula y a veces se acierta. Lo sorprendente es que los rumores son mucho más insistentes y concretos cuando se trata de premios a un libro. Libro que, además, se supone que se ha presentado bajo condiciones de absoluto anonimato.
¿Por qué entonces las filtraciones hechas por la propia editorial que lo convoca (ojo, no hablo solo del Planeta, en otros premios pasa algo muy parecido) y que llevan a escenas más bien patéticas, con todo el jurado haciendo el paripé de que está en plena votación? Hace unos años, mientras se anunciaba que el jurado se encontraba en la deliberación final, minutos antes de las doce de la noche, unos cuantos asistentes a la cena disponían ya de una copia de la primera página de algunos periódicos del día siguiente que daban la noticia con el nombre del ganador. ¿Para qué entonces tanta comedia?