Claro, estamos en ¿pre?carrera electoral y se nota. Hay banderitas por aquí y por allá, sentimientos, ocurrencias,opiniones que jamás tienen la ciencia para justificarlas. Ya le habréis leído a Gámez el otro día. Y eso es sólo la punta de iceberg:hay personas, políticos, que pueden decir que descendemos de la cabra montesa, en tanto que diosa de la antiguedad, si eso les viene bien.
Las palabras ya no valen nada. Hay demasiadas, cada una parece querer vender su motito, tenga o no ruedas y manillar, y todos caemos como imbéciles. Hay que leer, hay que hacer esto y lo otro, la tele es mala-malísima, el arte contemporáneo es una basura, siempre en comparación con los impresionistas, que esos sí pintaban de verdad. Los malos, qué casualidad, siempre son los otros, lo mismo que el infierno, como añadiría Sartre.
Hablamos como curillas engolados y luego no nos aplicamos el parche. La extrema moralización del mundo a la que hemos llegado -todo es o bueno o malo- no es sino la forma general e su banalización. Toma ya.
Deberes para hoy: releer a Nietzsche.