Quizá ustedes sepan que este fin de semana el expreso Costa Vasca termina su singladura. Se acabó el tren nocturno entre Bilbao-Irún y Madrid. Lo he utilizado muchas veces, sobre todo en mi época de estudiante y viví, como es lógico, anécdotas e historias divertidas (algunas) en él. Pero no quiero hacer un ejercicio de nostalgia. No es el lugar.
Lo que quiero es hablar del tren como tema literario y cinematográfico. Porque es, con el barco, el medio de transporte que más juego ha dado a los creadores. Mucho más que el coche o el autobús. Mucho más que el avión, por supuesto. Aún recuerdo cómo me impresionó un texto de Azorín que leí en mi época de escolar, perteneciente a su libro Castilla, que habla de la poesía de los trenes nocturnos. Y hay un puñado de novelas de Graham Greene con escenas inolvidables a bordo de esos expresos que durante la noche recorrían y aún recorren Europa. También recuerdo muchas películas que me gustaron en su momento. Citaré sólo dos de ellas: Asesinato en el Orient Express (basada en una novela de Agatha Christie, un verdadero desfile de caras conocidas) y sobre todo El tren del infierno .
¡Qué sería de la literatura y el cine sin los trenes!