Nunca dispuso de una técnica como la de Kraus, ni de la versatilidad de Domingo (una verdadera fuerza de la naturaleza), ni de la elegancia de Carreras, que dota a sus papeles de una verosimilitud extraordinaria. Era su voz la que lo inundaba todo, la que lo hacía inconfundible. Algunos críticos han dicho que era el más grande después de Caruso. Como dicen los argentinos a propósito de Gardel, Pavarotti cantará cada vez mejor porque sus discos ensayarán cada noche.