«Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Es hora de morir»

El lunes hará 25 años desde que este monólogo de Roy Batty saltó de las pantallas a la leyenda. El 25 de junio de 1982 ‘Blade Runner’ se estrenó en Los Angeles, con lo que se inició la historia de una de las mejores películas de todos los tiempos, una obra que supera los géneros al mezclar el cine negro, la ciencia ficción y el drama filosófico.
‘Blade Runner’ inauguró una estética oscura para la ciencia ficción que todavía perdura. Además, demostró que el género futurista podía ser algo más que ‘E.T’ y efectos especiales. Todas las películas de este estilo que se han estrenado desde entonces son herederas de la creación de Ridley Scott y le deben el tono apocalíptico que se ha convertido en un sello del cine fantástico. Afortunadamente (y pese a las distintas versiones del filme), nunca se ha hecho una segunda parte de ‘Blade Runner’ que la vulgarice.

Visto con retrospectiva, hay un punto de la película que me parece curioso y que afecta a muchas películas del siglo pasado. Pese a ser una obra de anticipación, ninguno de los guionistas pudo imaginar un avance tan común hoy en día como el teléfono móvil. En ‘Blade Runner’ hay coches voladores, androides humanos, máquinas que descomponen fotografías, etc…Pero Deckard sigue buscando cabinas de teléfono.
El teléfono móvil es un elemento propio del siglo XXI y, desde el punto de vista de la trama -tanto para libros como películas o cómics- su existencia altera profundamente el concepto del suspense. Si los personajes están comunicados en todo momento y pueden disponer de información en tiempo real, la posibilidad de crear una tensión narrativa se vuelve más difícil.
Por otra parte, aunque el libro en el que se basa ‘Blade Runner’ (Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick) es bueno, la película le supera. Es uno de esos pocos casos en los que la obra filmada es mejor que la escrita. Es curioso como P. K. D. ha dato tanto juego para el cine (Minority Report, Desafío Total, ..) cuando sus libros son tan difíciles y tan poco comerciales. (Siempre me he preguntado por qué una de sus grandes obras «El Hombre en el Castillo» no ha sido llevada a la pantalla).
‘Blade Runner’, además, ha dado origen a toda una serie de literatura paralela que intenta bucear en los misterios de la película o se inspira en ellos para desarrollar sus propias historias. Aquí tienen una curiosa tesis sobre estadística elaborada a partir del test Voigt Kampff (conozco personas que no pasarían esta prueba para detectar si alguien tiene capacidad de empatía), así como páginas, páginas y páginas de auténticos expertos en la película. Estoy seguro de que dentro de 25 años se seguirá escribiendo sobre ella.
Después de todo, ‘Blade Runner’ plantea preguntas que no han podido ser respondidas. La primera de todas y la clave de la película: «¿Es Deckard un replicante? ¿Es Deckard humano?» En definitiva. «Qué significa ser humano?»
