Tampoco voy a entrar en detalles de la larguísima lista de despropósitos, banalidades, errores infantiles, incultura enciclopédica, sectarismo y absoluto desconocimiento de lo que es la cultura que han mostrado y muestran muchos (no todos, es de justicia reconocerlo) de los ministros y consejeros autonómicos de Cultura que ha padecido este país desde la Transición. Pero sí voy a pedir algo: ya que en su inmensa mayoría son incapaces de hacer algo mínimamente creativo y eficaz en el ámbito al que dedican sus esfuerzos, por lo menos que no rompan nada. Porque hay varios que justifican, mejor que muchos sofisticados argumentos, que se reclame la desaparición de esa cartera, tanto a nivel nacional como autonómico.
Siempre que pienso en muchos de los titulares que han ocupado este puesto en los últimos años me acuerdo de aquel viejo tema de Les Luthiers, cuando un locutor anuncia la formación de un nuevo gobierno militar: todos los ministros son generales y almirantes, menos el de Cultura, que es cabo primero. Real como la vida misma.