Entiendo que los cuadros o las esculturas de un artista suban de
precio cuando éste muere. Al fin y al cabo, no habrá más producción y los precios responden a la ley de la oferta y la demanda,
que impera en el mercado del arte como en cualquier otro. Pero me
cuesta más entender que el caché de una tonadillera suba porque su
pareja, que tiene abiertos un centenar de procesos judiciales según me
ha parecido entender, esté en la cárcel. ¿Tanto puede el morbo?
Y una última cuestión. ¿Cómo vamos a quejarnos de que el caché de ciertos cantantes de ópera sea excesivo? ¿60.000 euros por actuación? Eso, si no me equivoco, es más o menos lo que cobraba en sus últimos años de carrera Pavarotti por un recital, o lo que puede percibir ahora Plácido Domingo. Y más de lo que cobran Barenboim, Mutter o Pollini, que como los anteriores están ya en la historia de la música. ¿Alguien se ha vuelto loco?