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César Coca

Divergencias

Welles y Toska


Este comentario está inspirado en ‘Fraude’ o ‘F for Fake’
de Orson Welles, ese tremendo falso documental (del que hablaremos otro
día) en el que el creador de Ciudadano Kane se ríe del mundo del Arte,
del espectador e incluso de sí mismo. Una de las teorías con las que
juega Welles es la siguiente. Desde hace años, los museos están llenos
de cuadros falsos pintados por el mejor falsificador de toda la
historia. Como la única diferencia entre el falso y el verdadero es el
criterio de un experto, una vez que el experto ha sido engañado, ya no
existe posibilidad de dar marcha atrás. Eso es el Arte.

Bien. Ahora vayamos a los hechos, pero de la mano de Welles. David
Toska, un atracador de bancos noruego, (el de la foto) está condenado a
19 años de cárcel. Tiene recursos, no es un pequeño delincuente. El
sabe cosas y conoce gente. Y  también una idea. Si todo su país
está buscando las dos obras de Munch robada en 2004, entreguémoslas.
«Pero no las tenemos», le apunta su cómplice en la celda. «Las
pintamos. No tenemos nada que perder», responde Toska.

El ladrón encarga las copias a un digno falsificador. Habla con la Fiscalía
y consigue una reducción de condena a cambio de El Grito y de Madonna.
(Parece que también quería a cambio más visitas con su novia y algún
apaño para un amigo preso. Es un buen chaval).

Se recuperan los cuadros. El Gobierno y la Policía noruegos respiran
tranquilos. Sigamos suponiendo. A nadie se le ocurre imaginar que son
falsas. Pero es que nadie quiere mencionar el tema.  Cuando
alguien pronuncia la palabra falsificación le envían un par de años a
los fiordos a contar arenques. El honor noruego ya está satisfecho. La
Policía no se quiere meter en más líos que revelen su incapacidad de
encontrar los dos cuadros. Guardemos silencio. Esa es la consigna. Los
cuadros, por si acaso, no se han vuelto a exponer al público. Dicen que
están deteriorados. Hum….

Sigamos. Vayamos al auténtico ladrón. Le acaban de hundir el negocio.
Si los cuadros falsos han vuelto al museo y ahora son auténticos, sus
cuadros auténticos ahora son falsos. Una fortuna se ha esfumado en
cuestión de minutos. Claro, el ladrón auténtico tiene que guardar
silencio, no va a dar una rueda de prensa para decir: «Eh, payasos, yo
robé los cuadros de verdad. Están en la caseta del perro». Imposible,
acabaría en la celda con Toska. Se los tendría que comer con patatas y
pensar en otra historia.

Mi solución: llenar Noruega de Gritos y Madonnas. Un día, dejaría un
par de copias frente al Museo. Otro, frente al Palacio Real y 
entre las piernas de La Sirenita, etc…. Empezaría por sitios de
renombre, pero acabaría por abandonar las pinturas en cervecerías,
lavanderías y tiendas de todo a cien. Ante tal saturación, Habría que
volver a llamar a los expertos. Y entonces alguien se daría cuenta de
que todo es falso. O que todo es verdad. Eso es el Arte.

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