Viene esto a cuento por la última novela de Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala.
He tenido la suerte de leerla cuando el libro aún no estaba en las
librerías (alguna ventaja debía tener ser periodista; entrevistar
a gente interesante es otra), y el personaje femenino, que es una de
esas mujeres con la costumbre de causar muchos problemas a quienes se
enamoran de ellas, es realmente extraordinario.
Mientras leía el libro pensaba en lo que oí a esa escritora de la que
hablaba, sin citarla, al comienzo del post. ¿Hay que ser mujer para
profundizar de verdad en el alma femenina? Desde luego no es lo
mismo que escribir sobre intrépidos investigadores o tiburones de
empresa. Normalmente, el escritor no es ni ha sido nunca una cosa ni
otra, pero es probable que haya conocido a gentes con esa ocupación.
Creo, sin embargo, que cuando se habla de plasmar el interior, los
sentimientos, pasiones y temores de alguien, es más complejo. Y debe
de serlo para cualquier hombre que escribe sobre una mujer y para una
mujer que lo hace sobre un hombre. Difícil, pero no imposible. Y si no,
cabría recordar que Emma Bovary y Anna Karenina fueron creadas por
hombres. Y que Heathcliff y Newland Archer son personajes imaginados
por mujeres.