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César Coca

Divergencias

Chavez Ravine

Tal día como hoy, el Gobierno español se dispone a enviar aviones de guerra
al Atlántico para frentar la llegada de emigrantes a Canarias. Al mismo
tiempo, el presidente Bush va a proponer el despliegue de la Guardia
Nacional en la frontera con México
para evitar el paso de ‘ilegales’. Al final, en todos los  sitios
nos comportamos como nuevos ricos que no quieren que alguien estropee
su bello jardín.

Quería aprovechar esta coincidencia para contar una pequeña historia.
En los años 50, los emigrantes mexicanos de Los Angeles fundaron el
barrio de Chavez Ravine.
Su autogestión fue tan eficiente que aquel lugar fue llamado el Shangri
La de los pobres. Entonces el alcalde de L.A les hizo una oferta que no
podían rechazar. Iba a derribar su barrio, construido con chabolas de
madera, para levantarles una barriada social diseñada por los mejores
arquitectos. Era una trampa. Lo que buscaba era echarles del terreno de
cualquier forma porque había vendido todo el valle para  edificar
el estadio de beisbol de los Dodgers. Los mexicanos fueron engañados y
los pocos que se resistieron fueron apaleados y expulsados.

Esta historia tiene música. El último disco de Ry Cooder se titula
Chavez Ravine y cuenta la vida del barrio con rumbas, corridos, jazz,
baladas y un rock and roll extraño. Y utiliza el castellano, el inglés
y el spanglish. Es un disco bello y emocionante. Para la grabación,
Cooder recuperó a músicos tex mex que habían actuado en Chavez Ravine,
como Lalo Guerrero o Flaco Jiménez, y los mezcló con cantantes
hawaianos como Bla Pahinuhi; David Hidalgo, el líder de Los Lobos;
pianistas como Jacky Terrason y, sobre todo, la magia de su guitarra.
(En mi opinión, la mejor del mundo) Puro mestizaje.

Hablaré de un par de canciones. En ‘Don’t call me red’, Ry cuenta la
historia de Frank Wilkinson, el único funcionario de L.A que ayudó a
los mexicanos y que por ello tuvo que declarar en el comité de
actividades antiamericanas. Es un tema en el que se mezcla un
contrabajo alucinado y grabaciones anticomunistas de la época. Al
final, la voz de Wilkinson/Cooder nos dice: «después de todo, yo
sobreviví a esos bastardos», en referencia a los políticos y los
miembros del FBI. Es una novela de Ellroy resumida en cinco minutos de
música.

Y también adoro ‘3rd Base, Dodger Stadium’, una balada sublime en la
que un viejo mexicano que trabaja de aparcacoches en un restaurante le
pide a una estrella de beisbol que le atienda un segundito. Le quiere
contar que dónde el juega, en la tercera base, estuvo su casa, en
Chavez Ravine.

Lo que más me gusta es que se trata de un homenaje a los habitantes de
Chavez Ravine hecho desde Estados Unidos. Por alguien que se siente
obligado a contar que a los jardineros de su finca les dieron una
patada en el culo y los mandaron de vuelta a casa.

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