No hablaré de la injusticia cometida por los encargados de conceder cada año el premio más cotizado (socialmente) del mundo. Es más, creo que a él tampoco le importaba demasiado no haberlo recibido.
Sólo quiero dar una pincelada mínima sobre el personaje y recordar que
estuvo en Bilbao en octubre de 1994, impartiendo una conferencia en la
sede de la BBK con motivo del Día del Ahorro. Recuerdo perfectamente su porte: un
hombre alto, que caminaba muy erguido pese a que acababa de cumplir 86
años, con mirada viva y sonrisa entre ingenua e irónica.
Galbraith cautivaba con su palabra, tanto en una conferencia como en sus libros. Pocos economistas han escrito tan bien, con una maravillosa capacidad didáctica y un punto de sarcasmo donde hacía falta. Por supuesto hay textos más relevantes en su extensa bibliografía, pero voy a citar aquí sólo dos: El crac del 29,
una descripción fácil, amena y por momentos escrita con verdadero pulso
narrativo, de las causas, los acontecimientos y las consecuencias de la
caída
más famosa de la Bolsa; un libro por el que desfilan numerosos
personajes retratados de forma rápida pero certera. Una delicia.
El segundo título es Un viaje por la economía de nuestro tiempo (ambos están editados por Ariel),
donde describe con agudeza algunos de los fenómenos económicos más
relevantes de las últimas décadas. En él advierte también contra la
admiración a veces fronteriza con el papanatismo que suscitan algunos magos de las finanzas. “El mundo de las altas finanzas sólo puede comprenderse cuando se observa que se otorga la mayor admiración a quienes preparan el camino a la mayor de las catástrofes”,
explica. Ya no podremos leer ningún nuevo texto suyo, pero convendría
que repasáramos algunos de los que nos ha dejado en su larga y
brillante carrera este economista que supo disfrutar de la vida.