Algún día habrá que reconocer como se merece la
calidad literaria del trabajo de los cantautores que guiaron nuestra
educación política y sentimental en los años setenta. He comenzado este
post hablando de dos de ellos (a mi juicio, de los mejores), pero puede
incluirse a muchos más. No hay por qué estar de acuerdo hoy con sus
ideas políticas. No es obligatorio. Pero ello nunca ha sido obstáculo para que nos gusten y
para que nos hayamos emocionado con sus canciones (quien no haya
cantado a pleno pulmón Hasta siempre durante algún viaje a Cuba, sea
cual sea su ideología, que levante la mano).
Hay mucha poesía, mucho sentimiento y con frecuencia mucho desgarro en sus canciones. Y tienen
una maravillosa facilidad para contar una historia en unas pocas líneas
que se cantan en tres o cuatro minutos. Ya quisiéramos algunos ser capaces de
una concisión así. Y de semejante capacidad para emocionar.