En Dinamarca es muy típico comer unos bocadillos abiertos, que vienen a ser la adaptación nórdica del sandwich. Algunos también los comparan con nuestros pinchos. Se llaman ‘smorrebrod’ y están hechos con pan de centeno y mantequilla, sobre los que se colocan varias capas de fiambres, vegetales, carnes y pescados. A veces, tienen tanta altura que resulta difícil comerlos. Pueden llevar desde patata cocida con cebollino y sal gorda, hasta una pechuga de pollo cocinada con pasas y pepinillos. Existe un centenar de recetas diferentes y, a veces, tan complejas, que se coloca sobre el pan un recipiente de cristal para evitar que se derramen.
Una de las variedades de ‘smorrebrod’ más popular es quizá la ‘dyrlaegens natmad’, hecha con carne de vacuno adobada y cocida, y con paté y cebolla. El arenque es otro de los grandes protagonistas de los ‘smorrebrod’. Se ofrece marinado con cebolla roja y champiñón en el ‘marinet sild pa fedtebrod’; y en ensalada con remolacha y huevo duro en el ‘russisk salar’. El llamado ‘frikadelle’ contiene albóndigas de carne con ensalada de pepinos agridulces. Las posibilidades son inacabables. En algunos restaurantes, el cliente elabora su propio ‘smorrebrod’. Eso sí, casi siempre se acompañan del ‘taffel akvavit’, nombre que procede del latín ‘aqua vitae’ (agua de vida) y, como su nombre indica es un ‘eau de viè’ francés, un licor destilado con unos 45º de alcohol. Algo normal, si tenemos en cuenta que el país tiene un clima frío y húmedo.