Brrrrrr, cuántos conciertos interesantes a los que no puedo ir. Acabo de enterarme de que el festival Musikaire de Elorrio tiene mañana viernes a Mulatu Astatké, uno de los grandes de la era dorada del jazz etíope. En los últimos 60 y los primeros 70, antes de la espantosa hambruna que marcó para siempre nuestra imagen mental de este país africano, había allí una vibrante escena de artistas que se pueden englobar como jazz, aunque suelen tener una personalidad muy marcada y un encanto que los hace particularmente asequibles a los profanos. El vibrafonista, pianista y organista Mulatu (a mí me gusta más la transcripción francesa, Astatqé, que queda más intrigante) era uno de los representantes destacados de aquella comunidad creativa y se ha convertido en uno de sus supervivientes, junto a colegas como el saxofonista Gétachèw Mèkurya o mi favorita, la pianista metida a monja Tsegué-Maryam Guèbrou. La serie discográfica francesa Éthiopiques ha llevado a cabo una labor admirable de rescate de aquellos músicos, silenciados a mediados de los 70 por la junta militar que sucedió al emperador Haile Selassie.
Mulatu, que se formó musicalmente en Gran Bretaña y Estados Unidos, está anunciado con una banda de siete miembros, así que la cosa promete. Y el sábado, el Musikaire presenta a la Amsterdam Klezmer Band, que también tiene muy buena pinta. Les iba a colgar un Mulatu más bailable, pero al final he optado por este precioso y atmosférico Yèkèrmo Sèw que a los cuatro minutos empalma con otro de sus clásicos, Tezeta.