Cuando leí por primera vez sobre los Gold-Bears, un cuarteto de Atlanta, no tenía ni idea de lo que significaba su nombre: vamos a ver, sí entendía que textualmente quiere decir Osos de Oro, pero ignoraba que se trata de la marca en inglés con la que se comercializan esas gominolas multicolores en forma de osito que seguramente habrán comido alguna vez. Y prefiero no haberlo sabido, porque un bautismo tan dulzón y tan voluntariosamente pop me habría hecho recelar (prejuicioso que es uno) y a lo mejor no habría llegado a escuchar sus canciones, que sí, son pegajosas y adictivas, pero también canalizan el atolondramiento guitarrero de The Wedding Present, que es una cosa muy buena para canalizar. A mí, desde luego, entre las guitarras y la voz del cantante, me resulta imposible no pensar en esa referencia cuando escucho temas como All Those Years (en realidad, es la que les quería colgar, pero en YouTube solo está en directo con sonido regulero) o este Record Store, primer tema de su primer álbum. En el vídeo también salen chucherías, pero no sé si dan muchas ganas de chuparlas.