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Simone Moro: “Ha sido una guerra por sobrevivir”

Simone Moro (Bérgamo, 1967) no es un hombre al que le gusten los grandes titulares periodísticos. Así que si la primera frase que pronunció el viernes, nada más llegar al campo base tras lograr en el Gasherbrum II el primer ‘ochomil’ invernal del Karakorum, fue “estamos vivos de milagro”, es porque efectivamente lo pasaron mal. Verdaderamente mal. Y a la vista de su relato no exagera lo más mínimo. El italiano, el kazajo Denis Urubko y el estadounidense Cory Richards han tardado seis día en subir y bajar una montaña que Denis escaló en menos de 24 horas hace diez años, han sufrido temperaturas de -50ºC, vientos de 120 km/h. y han tenido que abrir huella en nieve hasta casi la cintura. Pero lo peor no fue la subida. En la bajada no pudieron usar los sacos porque se les habían congelado dentro de la tienda y el último día, a unas pocas horas del CB, una avalancha les arrastró 150 metros y a Richards le tuvieron que sacar dos veces de sendas grietas a las que había caído.

-En el descenso han rozado la tragedia.
-Es un milagro que estemos vivos. Estamos muy contentos porque la avalancha no nos mató. Ha sido una expedición muy bonita, muy rápida pero hemos pasado mucho miedo y ayer (por el viernes, el día que llegaron al campo base) tuvimos mucha suerte, porque tuvimos un final de descenso completamente diferente al que esperábamos.

-Para decir que estaban vivos de milagro nada más llegar al CB es que lo pasaron mal de verdad.
-Sí, sí. Así fue. Después de la cumbre yo pensé que el descenso no iba a ser fácil, pero no dejaba de ser una formalidad, como siempre. Pero al final la bajada ha sido más difícil que la subida porque tuvimos que tomar unos riesgos añadidos debido al tiempo.Ya sabíamos que iba a ser malo porque el meteorólogo nos había avisado, pero al final fue mucho peor de lo esperado.

-¿El G-II ha sido más duro que de lo que pensaban?
-Yo era muy optimista y ante de empezar la expedición estaba casi seguro de que íbamos a poder hacerlo. Pero lo que me ha sorprendido mucho es que el G-II, que está considerado como un ‘ochomil’ sencillo, el más fácil con el Cho Oyu, en invierno es una montaña completamente diferente. En cuanto llegamos y vimos lo que había, en cinco minutos le quité la palabra fácil. Es una montaña muy complicada y en invierno muy muy peligrosa. Puede ser que en verano con 3.000 o 4.000 metros de cuerdas fijas, banderitas en el glaciar, y la ayuda de los porteadores pueda parecer fácil, pero en cuanto llega el invierno, te encuentras el G-II original, el que se escaló hace cuarenta o cincuenta años, y en esas condiciones es una montaña verdaderamente complicada.

-¿Qué les pasó el último día, entre el campo 1 y el CB?
-Nosotros sabíamos que la bajada iba a ser difícil en cuanto a la meteorología, porque los partes solo nos daban día y medio de buen tiempo y lo utilizamos en la subida, pero es que fue mucho peor de lo esperado. Teníamos ráfagas de 120 km./h, y una visibilidad máxima de 3 o 4 metros. Eso ya es complicado en una montaña pequeña así que en un ‘ochomil’ puede ser la muerte. El descenso se convirtió en una guerra por sobrevivir. El día de cumbre bajamos hasta el campo 3 y al día siguiente teníamos previsto descender hasta el base, pero fue imposible y solo pudimos llegar al campo 1, que era fundamental para nosotros pues es donde teníamos la comida, el gas, las colchonetas, todo… pero cuando llegamos no pudimos utilizar los sacos de dormir porque estaban congelados.

-Aún así les costó llegar.
-La visibilidad era mínima, así que durante ocho horas nos dedicamos a buscar el camino, nos guiamos por la cuerdas fijas viejas que íbamos encontrando y luego, a partir del campo 2, intentando encontrar las banderas que habíamos puesto para marcar el camino. El problema es que estaban a unos 50 metros de distancia unas de otras y no se veía a más de 3 o 4 metros.

-¿Y cómo encontraron el camino?
-Íbamos encordados, así que uno se adelantaba y buscaba el banderín y cuando lo encontraba, los otros dos le seguíamos. Así tardamos tanto en bajar.

-Y al día siguiente, otras ocho horas del C-1 al CB, un recorrido que de subida en temporada normal se hace en cuatro o cinco horas como mucho…
-Había un metro de nieve, así que tuvimos que abrir toda la huella de nuevo. Pero es que encima la visibilidad seguía siendo de solo dos o tres metros, así que tampoco sabíamos por dónde abrir huella. Eso nos obligaba a ir muy lentos, buscando el camino, lo que suponía aumentar muchísimo el riesgo de que nos pillase una avalancha, porque ese tramo pasa justo bajo la pared del G-5. Y eso es exactamente lo que pasó. Que al final nos cayó encima un alud grande como una montaña de 7.000 metros. Tuvimos mucha suerte de que no nos pasase nada.

-Les llegó a arrastrar unos cuanto metros.
Si. Primero cayó un serac y luego le siguió una avalancha de nieve polvo. Nos arrastró unos 150 metros. Yo tuve suerte y las cuerdas no se me enrollaron en el cuerpo, así que pude salir rápido e ir a buscar a Denis y a Cory, que estaban sepultados y enmarañados con las cuerdas, aunque por suerte con la cabeza fuera, y les pude sacar rápidamente.

-Y por si fuera poco, las dos caídas en grietas de Cory…
-Al no tener visibilidad y tener que buscar el camino, hacíamos líneas rectas en busca de las banderitas. Eso nos obligaba a no poder sortear las grietas y era inevitable que al final cayésemos en. Le tocó a Cory y por dos veces. Menos mal que al ir encordados pudimos sacarlo. La segunda fue solo quince minutos después de la avalancha y tuvimos que utilizar el jumar para rescatarlo. Fue increíble. Menudo descenso ¡Nos pasó de todo!

-Viendo los problemas que han tenido en la bajada ¿Cree que han asumido demasiados riesgos o es la única forma de hacer un ‘ochomil’ en invierno en Pakistán?
-El problema es que en invierno en el Karakorum las ventanas de buen tiempo no duran más de dos o tres días. Más tiempo es un milagro. Por eso yo tomé la decisión de intentar hacer cumbre con esta ventana tan corta, porque ninguna pensaba que el mal tiempo que no anunciaban iba a ser tan malo.

-Este es su tercer ‘ochomil’ en invierno, además de los que ha hecho en primavera o verano. ¿Esta ha sido la vez que peor lo ha pasado?
-Ha sido la peor expedición invernal de las que he hecho. La diferencia es que en las otras podía manejar más las situaciones. Esta ha sido la más difícil y peligrosa en ese sentido. Según mi experiencia personal, el G-II es la montaña más peligrosa en invierno porque no te da otra opción de ruta que la que hemos hecho, que en invierno se vuelve muy peligrosa por las grietas, la nieve acumulada y el riesgo de avalanchas. Con el añadido de que estás solo, ninguna otra expedición te puede ayudar y el rescate en helicóptero es imposible.

-¿Por qué eligieron esta montaña?
-Porque en los otros ochomiles de Pakistán -G-I, Broad Peak y Nanga Parbat- ya iba a haber otras expediciones y lo que me parecía una locura es en invierno plantear una carrera entre dos grupos para ver quien llega antes a la cima. Sólo quedaban el K2 y el G-II y de ésta me llamó la atención el hecho de que nunca se hubiese intentado antes en invierno. Por eso quisimos venir aquí. Me pareció bonito abrir una página en la historia de esta montaña. Y estoy contento de haberlo conseguido.

-Tienen permiso para el G-I. ¿Se plantean descansar unos días e intentar escalarlo también?
-Noooo, para nada. Esa montaña es para Alex (risas). Efectivamente, nos llegamos a plantear hacer el G-I si las cosas nos iban bien y rápido en el G-II, pero después de todo lo que nos ha pasado durante el descenso creo que lo más inteligente es dejar el G-I a Alex Txikon y sus compañeros y espero sinceramente que tengan suerte, puedan subirla y podamos cerrar en una misma temporada la ascensión en invierno a los dos Gasherbrum. Eso sería fantástico.

-¿Qué le parece la actividad de Txikon y sus compañeros en el G-I? Su objetivo de abrir una nueva ruta en pleno invierno.
-Creo que es una decisión muy inteligente. Abrir una nueva ruta en invierno en un ‘ochomil’ puede parecer una cosa de locos. Subir por la ruta normal del G-I es mucho más fácil, pero supone cruzar el glaciar y hacer la travesía bajo el G-5, como hemos tenido que hacer nosotros. Y mira lo que nos ha pasado. Estamos vivos de milagro. Así que yo creo que es más seguro. Más difícil, pero más seguro. Por eso me parece una estrategia muy inteligente y no de kamikaze.

-¿Eso quiere decir, que la suya sí ha sido kamikaze?
-No, lo que pasa es que esta ruta al G-II sólo se conocía en verano y era segura. La elegí pensando en que era segura, en proteger mi vida. Pero ahora, tras conocerla, sé que no es así y desde luego no volvería a tomar la decisión.

-¿Después de tres ‘ochomiles’ ascendidos en invierno y lo vivido en el G-II se da por satisfecho o en próximos inviernos le veremos en otras montañas?
-Creo que el próximo invierno volveré a estar por aquí, por Pakistán. Tengo ya cerrado el proyecto de intentar el K2, aunque sé que va a haber una gran expedición rusa intentándolo también y como no me gusta las competiciones igual cambio y voy al Broad y el K2 lo dejo para el invierno siguiente. O igual me quedo en casa, que después de seis inviernos seguidos viniendo al Himalaya o al Karakorum la familia también me lo agradecerá.

Por Fernando J. Pérez e Iñigo Muñoyerro

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febrero 2011
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