En 2002, Claudio Sica y su grupo, de la Universidad de Parma, en Italia, estudiaron la presencia de síntomas de desorden obsesivo compulsivo, depresión y ansiedad en 54 individuos adultos italianos que declararon ser muy religiosos (sacerdotes, monjas), 47 con un grado medio de religiosidad y 64 muy poco religiosos. Después de controlar la depresión y la ansiedad, los grupos más devotos alcanzaron mayor puntuación en los cuestionarios utilizados que los menos religiosos; eran obsesivos, perfeccionistas y superresponsables; daban mayor importancia a los pensamientos repetitivos e intentaban controlarlos en ese círculo vicioso mental típico de esta enfermedad. Los autores concluyen que la religión puede jugar un papel importante en el desarrollo de los síntomas del desorden obsesivo compulsivo aunque es posible que sólo algunos aspectos de la práctica religiosa -inflexibilidad, prohibiciones- estén relacionados con la enfermedad.
Estos resultados se dan en los católicos y, también, en los protestantes. En un experimento con la misma metodología, J.S. Abramowitz y sus colaboradores, de la Clínica Mayo, de Rochester, en Estados Unidos, llegaron a parecidas conclusiones: los más religiosos presentaban síntomas de desorden obsesivo compulsivo como limpieza compulsiva, intolerancia a la incertidumbre, necesidad de control estricto de los pensamientos y superresponsabilidad. En resumen, católicos y protestantes son iguales desde el punto de vista obsesivo compulsivo. No así los judíos o, por lo menos, no así exactamente. Ada Zohar y su equipo, del Centro Académico Ruppin, de Emek Hefer, en Israel, en un estudio similar a los dos anteriores, llegan a la conclusión de que la religiosidad y el trastorno obsesivo compulsivo no están relacionados pero, sin embargo, aseguran que la personalidad de cada persona puede crear una propensión a una mayor religiosidad y, en una conclusión similar en el resultado final a los estudios en católicos y protestantes, afirman que un mayor desorden empuja a una mayor religiosidad y que un menor desorden lleva a una menor religiosidad. En fin, a efectos de comportamiento, el resultado es el mismo.
*Abramowitz, J.S., B.J. Deacon, C.M. Woods & D.F. Tolin. 2004. Association between protestant religiosity and obssesive-compulsive symptoms and cognitions. Depress Anxiety 20: 70-76.
*Randerson, J. 2002. Obsessive-compulsive disorder linked to piety. New Scientist 29 May.
*Sica, C., C. Novara & E. Sanavio. 2002. Religiousness and obsessive-compulsive cognitions and symptoms in an Italian population. Behaviour Research and Therapy 40: 813-823.
*Zohar, A.H., E. Goldman, R. Calamary & M. Mashiah. 2005. Religiosity and obsessive-compulsive behavior in Israeli Jews. Behaviour Research and Therapy 43: 857-868.