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Eduardo Angulo Pinedo

La biología estupenda

Menopausia

La edad media de la mujer para el nacimiento del último hijo es, más o menos, de 38 años. Alrededor de 10 años después llega la menopausia, es decir, la pérdida permanente de la fertilidad. Incluso en las actuales culturas cazadoras-recolectoras, las más antiguas, las mujeres pueden vivir 20 años o más después de la menopausia, y ello aunque no gocen de las ventajas de la medicina moderna. Desde el punto de vista evolutivo, es difícil entender la existencia de la menopausia en todas las hembras de nuestra especie. Puesto que estamos hablando de una fase no reproductiva, la dotación genética para que se produzca debe ser transmitida por mujeres todavía no menopáusicas. Alguna ventaja evolutiva tendrá la menopausia que implique su trasmisión a las siguientes generaciones.

Además, somos casi la única especie de mamíferos con menopausia. Quizá, a veces, se dé en  chimpancés y gorilas, aunque, según Rufus Johnstone y su grupo dela Universidadde Cambridge, es todavía objeto de discusión entre los expertos. Sin embargo, no se discute que hay menopausia en cetáceos y, en concreto, en el calderón tropical (Globicephala macrorhynchus) y en la orca (Orcinus orca). En el calderón, la menopausia aparece hacia los 36 años, aunque la esperanza de vida llega a los 65 años. En la orca, la menopausia llega hacia los 48 años, con una esperanza de vida de 90 años. Y no tiene que ver con la edad pues no hay menopausia, por ejemplo, en los elefantes con una longevidad de 60 años, o en las ballenas, que alcanzan los 90 años. En resumen, no es el aumento de la esperanza de vida la causa que permite la menopausia. Hay especies longevas que mantienen su capacidad reproductora toda su vida.

Entonces, la hipótesis alternativa que se maneja es la llamada de “la abuela”. Las mujeres menopáusicas transmiten la dotación genética de la menopausia a través de sus descendientes y, para ello, ayudan a la crianza y a la supervivencia de sus nietos. Y lo pueden hacer porque son menopáusicas, es decir, no son fértiles y no tienen que dedicar tiempo y recursos para cuidar a sus propias crías. Según los resultados del grupo de Rufus Johnstone, la estructura social en grupos pequeños de hombres y cetáceos hace que las mujeres, al envejecer, vivan cada vez más y casi únicamente con individuos emparentados genéticamente, o sea, con sus propios parientes más jóvenes (algunos hijos, más nietos, todavía más biznietos si los hay),… De ahí a cuidar a esos parientes para que las madres, más jóvenes, consigan más recursos, sólo hay un paso. Con ello se consigue que, sumando los cuidados de la abuela y los mayores recursos conseguidos por la madre, aumente la supervivencia de los hijos. Así se transmiten los genes de la menopausia, a partir de una mayor tasa de reproducción de las hijas y de una mayor tasa de supervivencia de los nietos. Esos genes suponen una clara ventaja evolutiva.

También es el grupo de Johnstone el que propuso hace unos años una propuesta que complementa la hipótesis de “la abuela”. Proponen que la menopausia, además, implica que no hay competencia reproductora entre generaciones sucesivas de hembras. O sea, que casi no se superpone la fertilidad de madres e hijas. Cuando las hijas llegan a la fertilidad, las madres, pocos años después, entran en la menopausia. En nuestra especie esa superposición es casi nula mientras que en otros primates, madres e hijas compiten por los machos y, también, por los recursos para las crías.

Sin embargo, Chris Reiber, dela Universidadde Binghamton, en Estados Unidos, no está de acuerdo con la hipótesis de “la abuela” pues considera que no está demostrado que la reproducción indirecta, o sea, cuidar a los nietos, sea más eficaz que la reproducción directa o, lo que es lo mismo, cuidar a los hijos. Lo primero supone la menopausia y lo segundo la fertilidad a lo largo de toda la vida. Por tanto, Reiber propone una hipótesis.

Utiliza argumentos muy dirigidos a la base de todo el proceso reproductivo, es decir, a los óvulos. Después de todo, la menopausia es la pérdida de la menstruación y de la liberación de óvulos para la fecundación. Reiber dice que, en nuestra especie, el número de óvulos que pueden madurar y provocar la menstruación es un número fijo desde el nacimiento: unos 7 millones en el feto de 5 meses; unos 2 millones en el momento del nacimiento; y unos 400000 al llegar a la madurez sexual en la adolescencia. Cuando en el ovario quedan menos de 1000 óvulos, hay un desplome hormonal que impide que maduren y, entonces, llega la menopausia.

Con estos 400000 óvulos da de sobra para los, más o menos, 400 ciclos menstruales de una mujer occidental actual. Es más, si en cada menstruación sólo madurase un óvulo (es la situación ideal puesto que conseguir un óvulo maduro es un proceso con un alto coste energético y de recursos para el organismo), daría para 400000 menstruaciones, es decir, para unos 33000 años de fertilidad. Sin embargo, no ocurre así y, si echamos cuentas, vemos que encada menstruación se deben gastar algo así como 1000 óvulos para que, en realidad y si ocurre, sólo uno sea fertilizado. Parece un derroche sin sentido, y Reiber se pregunta el por qué de esta manera de ovular.

Entonces cambia de enfoque, y desde la ventaja evolutiva para el grupo o para el individuo que hasta entonces se había utilizado para el estudio de la menopausia, nos lleva hasta la genética, hasta el punto de vista de los propios genes. Reiber escribe que la selección natural actúa directamente sobre los genes, no sobre los individuos (recordad “El gen egoísta”, de Richard Dawkins). Los individuos son conglomerados de genes y, en general, los interese del individuo son la mejor opción para los intereses de los genes que transporta. Sin embargo, cuando los intereses no coinciden, el resultado final es siempre a favor de los genes y en contra del individuo.

En el funcionamiento del sistema reproductor femenino encontramos un claro ejemplo de este conflicto de intereses. La mejor estrategia para la mujer es mantener la capacidad reproductora toda la vida y, por tanto, que no exista la menopausia. Pero esto de permanecer en el ovario no es buena estrategia para los óvulos y sus genes. Esperar pacientemente a ver si me toca no parece una conducta con mucho futuro. Las óvulos, en el ovario, o ovulan o mueren. Es evidente que, cuando ovulan, también pueden morir y sólo uno triunfará y será fertilizado, pero, por lo menos, todos tienen la oportunidad de conseguirlo. Así, el óvulo fecundado es aquel que acelera su ovulación y sale en cuanto puede. Y esta conducta se transmite a la siguiente generación, con lo que se favorecen los óvulos que maduran rápida y salen a la mínima ocasión. De esta manera, en vez de salir 1 cada vez, salen 1000, y en vez de durar 33000 años sólo hay para 400 menstruaciones. Y, después, inevitablemente, llega la menopausia.

 

*Cant, M.A. & R.A. Johnstone. 2008. Reproductive conflict and the separation of reproductive generations in humans. Proceedings of the NationalAcademy of SciencesUSA105: 5332-5336.

*Johnstone, R.A. & M.A. Cant. 2010. The evolution of menopause in cetaceans and humans: the role of demography. Proceedings of the Royal Society B 277: 3765-3771.

*Reiber, C. 2010. Female gamete competition: A new evolutionary perspective on menopause. Journal of Social, Evolutionary, and Cultural Psychology 4: 215-240.

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